El sol sangra
insectos y aves palpitantes,
calcinando temprano
la esencia de la selva
que hace decenios era.
El humo coagula
la savia de vida ondulante
saturando el aire
que intenta perfumarse
anunciando primaveras.
La tierra cicatriza
en áspero basalto inquietante,
cubriendo su alma con rastrojos
mientras la ausente
recuperación espera.
El progreso transforma
el paisaje de modo alucinante,
oradando la magia,
desatando conjuros
junto al llanto de la hechicera.
Un hombre apacigua
el dolor de duendes errantes,
entretejiendo sueños,
creando nichos de vida
con devota y aislada entrega.
Mezcla versos
con sones de guitarras vibrantes,
marcando huellas
en el alma antigua
de la tierra misionera.