Congestionada la autopista del sur,
intenta regresar a la isla a mediodía
agobiado por un silencio espeso y cercano.
Lleva instrucciones para John Howell
quizá un pacto con el absurdo,
luego de la reunión misteriosa
quiere acabar con dignidad su vida.
Lo inquieta la salud de los enfermos
esa precaria plenitud de pocas horas
que sólo la señorita Cora entiende,
mientras obsequia su aroma de lavanda.
Huye de todos los fuegos el fuego
queriendo desatarse del abrazo ardiente
ingresa en el otro cielo, resucitado,
para quitarse la infancia como un traje usado.
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Nota: en negrita, algunos de los celebrados cuentos de Julio Cortázar para quien construí este poema-homenaje.