¿Qué han hecho estos mis ojos sino mirar la desazón?
¿Qué han hecho para soportar la indecencia de la maldad, esa que entra sin pedir permiso, y se queda?
¿Qué han hecho mis manos tiernas que acariciaron el cuerpo suave, aterciopelado de mis hijos; manos que tocaron con desdén sus rostros empapados de lágrimas pidiendo justicia?
La madrugada donde nace el sol, nace también la magia oscura del destierro, estamos llenos de nada y de mucho.
De qué sirven las manos enlazadas si tiran cada una para el mismo lado, el símbolo de la hermandad ficticia que solo miente ante la pobreza que desgarra al pueblo, ignorando al hermano y los héroes que lucharon por la libertad.
Han soltado la pica, dejándola tirada, olvidando la dignidad del hombre soberano que sabe de hidalguía, arrojando a los vientos el sacrificio de aquellos bravos guerreros, que se arrastran en busca de su destino, de nuestro destino…
Aquellos hombres que buscaron Victoria, claman y reclaman “¡Escuchen mortales el grito sagrado! Escuchen los gritos en el norte de mi tierra donde yace el olvido, la verdad y la justicia, yace la fraternidad entre los pueblos, yace mi esperanza.”
Nos hemos comprometidos ante el sol de oro, jurando dejar atrás el egoísmo, oyendo el ruido de rotas cadenas, que desgarran los reyes mendigos de la desigualdad.
Son eternos los laureles que supimos conseguir, y dejamos secar ante la discriminación y la rabia y el dolor de la muerte mezquina de nuestros hijos soldados que deambularon como fantasmas con hambre y frio, en una isla lejana pero mía, por la ocurrencia de sátiros atrapados en su soberbia. Recordando tarde el sentimiento de soberanía, manchando en la oscuridad sus manos de sangre del pueblo mío, tan mío.
YO Argentina, lloro mis hijos, mi tierra, y me desgarro en cada grito de Libertad, sentada en mi trono castigaré al verdugo de la pureza, la lealtad y la justicia que alguna vez supimos conseguir.
La gloria de saber que tenemos un sentimiento, que es mi corazón que late en cada monte, en cada campo sembrado, en cada valle, en cada puna, en cada rio y arroyo; es el sentimiento de pertenencia, de luchar por lo que es nuestro, para sobrevivir a la opulencia del imperio y el orgullo, porque somos sobrevivientes del amor a la patria.
Aun no es tarde para vencer, sobre la injusticia y la mentira, blandiendo mi espada, apretando con fuerza la pica entre mis manos y el gorro frigio como emblema de fortaleza, llevando como símbolo de nuestra valentía, igualdad y sacrificio, los laureles de los héroes de nuestra historia, y los héroes anónimos que la siguen escribiendo.
Hagamos una Revolución humana, como parte de todo, cargados de fuerzas, vislumbrando un futuro por venir, transformando en un romance el grito sagrado, LIBERTAD, LIBERTAD, LIBERTAD……abrazando proezas nuevas, que nos darán identidad, retornemos como patriotas, independientes y soberanos de esta tierra, donde somos parte y memoria de los brazos alzados de nuestros próceres, nuestros abuelos, nuestros padres, nuestros hijos, que son míos, todos, son parte de mi historia, pertenecen a este suelo, pertenecen a mí, la República Argentina.