Dejó el mate el laburante y llenó con agua la lata vacía de leche Nido.
Fue hasta el frente de su casa estrenada hace un año, no más; puso el envase sobre el techo de su 0Km. protegiendo la flamante pintura con una vieja franela.
Esto hacía mientras, cual acelerada película, por la mente muchas cosas desfilaron, llegando al tiempo aquél en que iba a trabajar en la antigua bicicleta Legnano, herencia de su padre, campeón zonal de ciclismo.
Deslizáronse los días sin que nadie se arrimara a preguntar, tan sólo por curiosidad, precio y condiciones de venta del auto.
Todo así hasta una mañana en que llegó un joven con pinta de “cheto”, interesándose por el Peugeot 206.
Dueño del coche y el potencial comprador conversaron largamente en la sala, saliendo después ambos como para probar la máquina.
Pasaron horas que a la señora de la casa inquietaron hasta la preocupación, cuando vio regresar -¡por fin!- , a su hombre con otra marca y modelo de auto.
No era nuevo pero su buen aspecto y funcionamiento demostraban que fue cuidado con esmero; sin aire acondicionado, imprescindible en nuestra misionera región subtropical.
‑Y bué, es un detalle. Con la ventanilla abierta, pasa...- Se conformó el laburante.
La esposa del hombre rompió su silencio de toda la tarde:
‑Decime... Con éste, ¿llegaremos sin inconvenientes a lo de tu hermana en Buenos Aires, para las vacaciones?
‑No sé... Debo andarlo unos días y ahí veremos, parece estar bien...
Contempló la bicicleta hace tiempo colgada del techo de ese cobertizo que le sirve de garage y muy serio, preocupado, en voz alta pensó:
‑Espermos que no... La bici otra vez, ¡NO!