Se coincide con Platón, que la palabra es el desarrollo del ser humano en la naturaleza sensible del lenguaje. En si misma, es la fuente de comunicación y del conocimiento. Por lo demás, todo lo relativo a la palabra descansa en la memoria. Sin memoria cognitiva no hay pensadores, ni tampoco habrá historias y escritores.
El escritor es aquel individuo solitario que se aísla del mundo exterior y en soledad describe lo que su intelecto lucubra. Visto de este modo se transforma en un sujeto, oxímoron incluido, sujeto a sus ideas. Ideas que puede convertir lo real en ficticio o viceversa o mixturarlo. Y al mismo tiempo podrá enunciar otras consideraciones menores o mayores, excelsas o ingratas.
De esta manera, la mente que exhala ideas y la expresa mediante palabras, frases u oraciones se convierte, por intermedio del escritor, en escritura. Metamorfoseando de ese modo el entorno real del sujeto solitario, al sublime mundo intelectual de la grafía: su espacio ideal. Es allí cuando el literato encuentra la razón práctica de su soledad y ejecuta, en verso o en prosa, lo que su pensamiento prescribe. Así definido, se comprenderá que “el alma del escritor es la idea escrita”.
Asimismo, es cronista del momento actual o del pasado en máxima objetividad, pues está relatando historia. Y como dice Borges sobre sus historias: “el día de mañana, algunos lúcidos la refutarán fácilmente y me tildarán de impostor”.
Estos revisadores que tratan de hurgar la veracidad de los hechos pasados en forma imparcial, son los revisionistas auténticos. De lo contrario, si intentan amoldar la historia a subjetivos preconceptos, o acomodar al interés personal o partidario, son pseudorevisionistas. Bastardean la historia.
El escritor que se aprecie, sabe que a su modo es un artesano. Por lo tanto, sabrá comprender que la creación artesanal se juzga por la calidad de la obra en cuanto a la prosa, y a la sintaxis en cuanto a la oración.
Puede escribir un cuento o una novela. Aquí su imaginación se enfocará hacia el enigma y/o al misterio de amores recientes, tardíos o frustrados. En cambio en la novela historiográfica podrá crear diálogos imaginarios, como este autor recreó el coloquio mantenido entre Belgrano y nuestro héroe Andrés Guacurarí, o el que sostuvieron el supuesto hijo de Andresito y el Protector de los Pueblos, Gervasio Artigas, en su ostracismo obligado al Paraguay.
¿Y si se inclina por el ensayo? Según la Licenciada en Filosofía y Letras, la misionera Tatiana Galeano, “si se tuviera que elegir un género discursivo comúnmente desarrollado por los intelectuales para expresar sus puntos de vista respecto a cualquier forma de la existencia, de seguro éste género sería el ensayo”.
Tal vez se incline por la poesía. Ah el poeta. Es el romántico de la pluma. Crea ensueños, épicas, bellas fantasías y trastoca todo lo real en ficticio. Si no leamos el poema de Guido Spano:
Llora, llora Urataú, (el Urataú no llora)
En las ramas del Yatay (el Yatay no tiene ramas)
Ya no existe el Paraguay (el Paraguay existe)
Donde nací como tú (el autor es argentino)
Por si acaso, no me pregunten por qué se escribe, hay decenas de respuestas que la distingue. Sí, afirmo convencido, que cada ser humano es un escritor en potencia.