Es mi profesión a la que amo. Está dentro de la gran rama de la biología, madre de ciencias que, liada a otras profesiones como la del médico, químico, antropólogo, genetista, contempla todo lo referente al reino animal y al ambiente natural que lo rodea.
En sentido lato, como estudio, comprende materias que permite la alternativa de concentrarse como especialidad única y definitiva, o divagar sobre otras disciplinas haciendo más universal el conocimiento.
Por ejemplo, en zoología se estudia la paleontología y el origen de las especies. En tal discernimiento el estudiante podrá quedarse en el concepto de lo que trata, o adentrarse más y buscar la comprensión del pensamiento filosófico de Darwin sobre si la evolución de las especies y el teísmo pueden ser compatibles. Que a la vez, si hay interés, llevará a la lectura del fijismo de Linné, a la teoría transformista de Lamark y por supuesto a lecciones de historias sagradas.
En ésta última, y en el estudio taxonómico, se encontrará que Moisés fue el primer legislador en tratar de clasificar a los animales. Y en una de sus divisiones expresó que “podían comerse todos aquellos con pie partido menos el cerdo”. Se comprende: la carne consumida del porcino infestada con triquinosis diezmaba al pueblo Hebreo en su huída por el desierto del yugo egipcio. De parecida manera, en nuestra Misiones, los nativos guaraníes soportaron el oprobioso éxodo del Guaira en 1630, ante la injuriante arremetida bandeirante, sin que le cayera maná del cielo.
En realidad, el primer estudio taxonómico en serio fue de Aristóteles cuando definió que los vegetales nacen y crecen, los animales nacen, crecen y sienten ‑y para él- el sentido los diferenciaba. Definió que los minerales únicamente pueden crecer por aposición de cristales. En este estadio, vale aclarar, se da la oportunidad de conocer quien era éste filósofo y sus antecesores que teorizaban que la vida se originaba en el agua, otros opinaban que surgía del fuego y un tercer grupo del aire, sin olvidar a los sostenedores de la generación espontánea. A estos individuos, hoy en día, se los endilga que nacieron de un repollo.
Por ese entonces deambulaban en Atenas los cínicos. Llamados así porque tenían su antro de reunión al lado de un sepulcro de canes ‑kino en griego-. Por ser vecinos y porque vivían como perros lo llamaron cínicos. Aún así fueron respetados por la estoicidad en cumplir con sus preceptos. Nada más que con el tiempo se bastardeó su filosofía y hoy por cínicos se reconocen a los que emplean el doble discurso.
En el repaso de la evolución se comprenderá que Charles Darwin inició sus estudios en la pampa bonaerense, años antes de la revolución de los restauradores que derrocó al gobernador federal Juan Ramón Balcarce, confirmando en el poder a Juan Manuel de Rosas. Desde este punto, se podrá estudiar la historia Argentina y por ende la historia misionera. Bien se entenderá que el relato de nuestra patria chica comienza con la llegada de Ruiz de Montoya y sus curas jesuitas allende las Cataratas en la región del Guaira en 1612. Qué después del doloroso éxodo levantaron con fe sacrosanta y la voluntad de las termitas treinta pueblos de leyenda en el medio de la magna selva: Del occidente del río Paraná al Oriente del río Uruguay. Y en esta orilla, frente al cerro Mbororé, en 1641, en jornada de coraje la defendieron con uñas y dientes contra la pandilla de esclavistas bandeirantes. Fue la primera gesta bélica en esta parte del mundo en combate anfibio, pues se peleó en la tierra y en el agua venciendo los misioneros en singular combate. Si esa batalla se perdía toda la Mesopotamia, la Banda Oriental y el Paraguay hubieran pasado al Imperio Lusitano. Y yo no habría escrito este artículo, ni ustedes leyendo.