“Posadas, un nombre sin sentido”

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Artícu­lo escri­to por Luis Fede­ri­co Solé Masés*

 


“Aho­ra es que conoz­co los hom­bres, no obs­tan­te no los abo­rrez­co, pero no sabría esti­mar­los”
Ger­va­sio Anto­nio Posa­das
Memo­rias
- 1829

 

Ita­púa, Rin­co­na­da de San José, Trin­che­ra de los Para­gua­yos, Trin­che­ras de San José y final­men­te Posa­das. En sus más de 400 años de exis­ten­cia nues­tra Ciu­dad ha teni­do múl­ti­ples deno­mi­na­cio­nes, según la marea polí­ti­ca iba y venía, pero nada jus­ti­fi­ca que aún se deno­mi­ne Posa­das, en home­na­je a Ger­va­sio Anto­nio Posa­das. Un infaus­to per­so­na­je, que ni los más entu­sias­tas obser­va­do­res de la his­to­ria nacio­nal se ani­ma­ron a dar­le real­ce.

La ins­tau­ra­ción de la deno­mi­na­ción de Posa­das, el 22 de Sep­tiem­bre de 1879, al pue­blo de Trin­che­ras de San José, fue un apu­ra­do inten­to de la Legis­la­tu­ra corren­ti­na por expo­ner los supues­tos “jus­tos títu­los” del pasa­do, con los cua­les ocu­pó, se apro­pió y usu­fruc­tuó el terri­to­rio de Misio­nes, lue­go de la caí­da de Andrés y el ejer­ci­to Misio­ne­ro des­de fina­les de la déca­da de 1820. Cuan­do la tre­ta pare­cía dar resul­ta­do y pese a que en la recrea­ción admi­nis­tra­ti­va de 1881, don­de el pobla­do de Posa­das se man­tu­vo en juris­dic­ción corren­ti­na, para 1884 Rude­cin­do Roca con­si­de­ró útil el lugar y obli­gó a la Legis­la­tu­ra corren­ti­na que lo ceda a la “nue­va” Misio­nes. Lo curio­so fue que el nom­bre de la capi­tal Misio­ne­ra se sos­tu­vo, y hoy entra­do en siglo XXI muchos ciu­da­da­nos igno­ran por qué su ciu­dad se lla­ma Posa­das.
Ger­va­sio Anto­nio Posa­das nació en Bue­nos Aires en 1757, estu­dió Filo­so­fía, Teo­lo­gía y Leyes. Su pri­me­ra apa­ri­ción en la polí­ti­ca fue recau­dan­do dine­ro, con mucho disi­mu­lo, para lle­vár­se­lo a San­tia­go de Liniers, quien se arma­ba para resis­tir a los inva­so­res ingle­ses de 1806 y 1807.

Cuan­do lle­gó la revo­lu­ción de Mayo el bueno de Posa­das ase­gu­ra no haber teni­do par­ti­ci­pa­ción algu­na, aun­que ense­gui­da tuvo un car­go públi­co en el Cabil­do. Pero hacia 1811 fue apre­sa­do y depor­ta­do a Men­do­za por cons­pi­rar con­tra Cor­ne­lio Saa­ve­dra des­de la famo­sa Socie­dad Patrió­ti­ca. En dicha fac­ción esta­ban los fogo­sos Cas­te­lli, Moreno, Bel­grano y otros menos ruti­lan­tes. Al pare­cer eran bas­tan­te pro ingle­ses, exi­gían inde­pen­den­cia y un sis­te­ma de gobierno dife­ren­te al mode­lo “jun­tis­ta” espa­ñol: El Triun­vi­ra­to.
En defi­ni­ti­va Posa­das fue acu­sa­do de recau­dar dine­ro para los jaco­bi­nos por­te­ños. En su defen­sa lue­go seña­ló dicien­do: “Me excu­sé (de la invi­ta­ción de la Socie­dad Patrio­ti­ca) y remi­tí un cor­to dona­ti­vo para los gas­tos ocu­rren­tes”. Su pro­ble­ma fue con que con sus ante­ce­den­tes de recau­da­dor polí­ti­co nadie le cre­yó. En mayo de 1811 Saa­ve­dra lo sacó de jue­go, le metie­ron un par de gri­lle­tes y lo expul­sa­ron a mil kiló­me­tros de Bue­nos Aires direc­to a Men­do­za. Con­ven­ga­mos que a Mariano Moreno le fue mucho peor.

Pero la marea polí­ti­ca tenía gran acti­vi­dad y un año más tar­de lle­ga­ban des­de Euro­pa su sobrino Car­los María de Alvear, jun­to a José de San Mar­tín, y de repen­te Posa­das pasa­ba del exi­lio al estre­lla­to, en for­ma ful­mi­nan­te. Vuel­ve a Bue­nos Aires y adi­vi­nen que es lo pri­me­ro que hace con el máxi­mo pró­cer de Mayo…exactamente…grilletes para Cor­ne­lio Saa­ve­dra y lo man­da con la ropa pues­ta a Chi­le, exi­lia­do.
Ya ins­ta­la­do se trans­for­ma en el ope­ra­dor polí­ti­co y hom­bre fuer­te de Alvear. Lue­go en sus memo­rias diría sobre el rol pro­ta­gó­ni­co que asu­mió: “En vis­ta de la inser­ta reso­lu­ción de la Asam­blea (del año XII) ¿Qué recur­so me que­da­ba que no fue­ra teme­ra­rio e inci­vil? Me suje­té a car­gar la cruz has­ta lograr una opor­tu­ni­dad de sol­tar­la”. Pobre Posa­das, fal­tó que diga que puso pla­ta de su bol­si­llo, para finan­ciar los ejér­ci­tos de la Patria. Pero no. Eso vere­mos que no pasó.

Dos triun­vi­ra­tos apa­re­cie­ron y des­apa­re­cie­ron, Alvear exa­cer­bó el cen­tra­lis­mo por­te­ño y pron­to sur­gió la nece­si­dad de con­cen­trar todo el poder en una sola per­so­na, y Posa­das esta­ba allí como prin­ci­pal can­di­da­to. Según él a rega­ña­dien­tes acep­tó, no sin antes con­se­guir de la Asam­blea una decla­ra­ción invio­la­bi­li­dad de su per­so­na, que aho­ra era el Supre­mo Direc­tor del Rio de la Pla­ta, y que solo sería juz­ga­do y remo­vi­do por dicha Asam­blea en caso de trai­ción a la Patria, mal­ver­sa­ción, cohe­cho. Cla­ro que la Asam­blea la con­tro­la­ba él, es decir con­tro­la­ba a sus con­tro­la­do­res. No se cons­ter­nen, mas ade­lan­te eso vol­ve­ría a pasar en nues­tro ben­di­to País.
Con­ven­ga­mos que Posa­das no era un polí­ti­co ni inep­to ni igno­ran­te. Gene­ró las con­di­cio­nes para apo­yar a su sobrino Alvear, quien con­si­guió ren­dir a los espa­ño­les de Mon­te­vi­deo y dar un res­pi­ro a la deli­ca­da posi­ción por­te­ña. Tam­bién apo­yó a San Mar­tin, que daba for­ma a su plan con­ti­nen­tal, pero lejos del cora­zón polí­ti­co de la revo­lu­ción des­de don­de influía poco, para 1814.

Posa­das da ini­cio for­mal a la gue­rra civil Argen­ti­na, la cual dura­ría medio siglo más: decla­ró sedi­cio­so al líder Con­fe­de­ra­do José Ger­va­sio Arti­gas, y le puso pre­cio a su cabe­za. Eso des­en­ca­de­nó la crea­ción de la “Liga Fede­ral”, don­de la Ban­da Orien­tal, Entre Ríos, San­ta Fe, Corrien­tes y Misio­nes se escin­die­ron de Bue­nos Aires ini­cian­do una Con­fe­de­ra­ción como con­tra­par­te del cen­tra­lis­mo por­te­ño.
La muer­te del líder corren­tino Gena­ro Peru­go­rría

Con la píca­ra idea de divi­dir­le el blo­que polí­ti­co a Arti­gas, Posa­das tien­ta al mili­tar corren­tino Gena­ro Peru­go­rría para que se levan­te en armas con­tra Arti­gas. Le man­da algu­nas armas y muni­cio­nes, y como adorno un decre­to fecha­do en Sep­tiem­bre de 1814, don­de le otor­ga a la peque­ña Corrien­tes los terri­to­rios Misio­ne­ros. En res­pues­ta, el Coman­dan­te Con­fe­de­ra­do Blas Basual­do, con tro­pas Misio­ne­ras, lo arrin­co­na en Diciem­bre en el baña­do de Batel (cer­ca­nías de Sala­das) y lo ven­ce total­men­te. Basual­do lo remi­te al cam­pa­men­to de Arti­gas en Puri­fi­ca­ción del Her­vi­de­ro, y como Peru­go­rría ya había cam­bia­do de ban­do reite­ra­da­men­te, lo fusi­la por trai­dor, en Enero de 1815.
Años más tar­de, Posa­das trans­cri­be en su “Memo­ria” una car­ta mis­te­rio­sa fecha­da en Mar­zo de 1814, don­de supues­ta­men­te él orde­na­ba a Peru­go­rría a huir de Corrien­tes rum­bo a San­ta Fe. A lo Pon­cio Pila­tos, se des­mar­có ante la his­to­ria de la muer­te que él pro­pi­ció.

La estre­lla del joven Alvear siguió subien­do y Posa­das a ini­cios de 1815 le deja su lugar. Al pare­cer cuan­do hicie­ron el arqueó de la caja fal­ta­ban unos cien mil pesos, mon­to que hoy podría­mos tra­du­cir en millo­nes de pesos. El hones­to de Posa­das reco­no­ció haber ocu­pa­do solo 16.500 pesos “para man­te­ner la dig­ni­dad de su fami­lia”, y tam­bién con­tó haber reci­bi­do inde­ter­mi­na­dos ade­lan­tos de su suel­do. En una enter­ne­ce­do­ra acción ofre­ció devol­ver 200 módi­cos pesos por mes, y si su vida se extin­guía antes de ter­mi­nar de “devol­ver” el prés­ta­mo que tomó sin per­mi­so, su hijo Luis María sos­ten­dría el pago a futu­ro.
En nue­vo Direc­tor supre­mo, es decir su sobrino y jefe polí­ti­co le con­tes­ta con una nota deli­cio­sa, que en un pasa­je dice lo siguien­te “No será jus­to, que el sacri­fi­cio de su per­so­na (es decir de su ope­ra­dor polí­ti­co y tío Posa­das), y el aban­dono en el que dejó a su fami­lia para con­sa­grar­se al ser­vi­cio de su Patria, hubie­se de seguir­se la rui­na de su for­tu­na; he creí­do decre­tar por decreto(sic), que se ten­ga can­ce­la­da su cuen­ta, y que no se haga car­go alguno a él y a sus here­de­ros”.
Y de esa for­ma una nue­va for­tu­na públi­ca, se eva­po­ró en las manos de un polí­ti­co. No se acon­go­jen, esto tam­bién vol­ve­ría a ocu­rrir a futu­ro.

Car­los Maria de Alvear duró tres meses como Direc­tor Supre­mo y lle­gó el con­tra­ata­que de los riva­les polí­ti­cos.
El 15 de Abril de 1815 Posa­das es encar­ce­la­do y su bie­nes (pre­sun­ta­men­te mal habi­dos) son con­fis­ca­dos. Lue­go de varias sema­nas de dete­ni­do, sus cap­to­res le pidie­ron 60 mil pesos por su liber­tad, hecho al que él ase­gu­ra haber­se nega­do enfá­ti­ca­men­te. No obs­tan­te, poco más tar­de mági­ca­men­te es libe­ra­do y se reti­ra a una quin­ta en la peri­fe­ria de Bue­nos Aires. Final­men­te Posa­das, cuan­do pasó la tor­men­ta, recla­mó al Gobierno una indem­ni­za­ción por el hecho, pero ni él con­fir­ma que haya reci­bi­do la men­cio­na­da indem­ni­za­ción, ni otra cró­ni­ca nie­ga que le hubie­sen paga­do lo pedi­do.
Su estre­lla polí­ti­ca se extin­guió. En 1829, con 62 años, escri­be sus memo­rias con la inten­ción mani­fies­ta de des­lin­dar toda res­pon­sa­bi­li­dad que en el futu­ro pue­dan afec­tar a sus hijos, por sus actos. No obs­tan­te lo ama­ña­do del docu­men­to, no deja de ser un apor­te para com­pren­der los con­fu­sos hechos revo­lu­cio­na­rios.
“No me acuer­do haber hecho mal a per­so­na algu­na, si ten­go pre­sen­te que hice algu­nos bie­nes y cor­té algu­nos males”

De esa for­ma defi­ne su vida públi­ca, un hom­bre gris, pero impia­do­so con sus enemi­gos. Los rocam­bo­les­cos bucles de la his­to­ria hicie­ron que su ape­lli­do se eter­ni­ce como deno­mi­na­ción de nues­tra Ciu­dad, don­de la enor­me mayo­ría de sus habi­tan­tes, no tie­ne la más pere­gri­na idea de quien fue Ger­va­sio Anto­nio Posa­das.
Y cie­rro con una pre­gun­ta, aún sin res­pues­ta: ¿Por qué los Misio­ne­ros que vivi­mos en esta her­mo­sa comar­ca, tene­mos el cas­ti­go de iden­ti­fi­car­nos con seme­jan­te per­so­na­je nefas­to y dañino para los intere­ses de nues­tra ama­da Pro­vin­cia?
Tan vez sea una tarea para un psi­có­lo­go de masas.

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* Escri­tor misio­ne­ro