Padre, perdóneme porque he pecado.
El diablo se me apareció y me robó mis creencias y mi convicción.
Mi fe tiembla cada vez que se me acerca,
Y como Jesucristo llevando la cruz, caigo más de una vez.
Ella es mi desierto lleno de tentaciones entre crucifijos y velas,
La ostia ahora es una manzana de un rojo brillante que ella degusta con ímpetu,
Y me temo que yo también la he mordido.
Dígame padre, ¿Qué debo hacer?
Me di cuenta de que soy débil, el hábito me resulta ya muy pesado.
Soy Judas traicionando con un beso,
Y vendiendo mi dignidad por treinta minutos con ella.
¿Acaso han de crucificarme?
Siento que mi alma ya no me pertenece.
Ahora es del diablo que, disfrazado de mujer, entró un día a ésta iglesia
Y me llevó a arder en el fuego eterno junto a ella.