La confesión

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Padre, per­dó­ne­me por­que he peca­do.
El dia­blo se me apa­re­ció y me robó mis creen­cias y mi con­vic­ción.
Mi fe tiem­bla cada vez que se me acer­ca,
Y como Jesu­cris­to lle­van­do la cruz, cai­go más de una vez.
Ella es mi desier­to lleno de ten­ta­cio­nes entre cru­ci­fi­jos y velas,
La ostia aho­ra es una man­za­na de un rojo bri­llan­te que ella degus­ta con ímpe­tu,
Y me temo que yo tam­bién la he mor­di­do.
Díga­me padre, ¿Qué debo hacer?
Me di cuen­ta de que soy débil, el hábi­to me resul­ta ya muy pesa­do.
Soy Judas trai­cio­nan­do con un beso,
Y ven­dien­do mi dig­ni­dad por trein­ta minu­tos con ella.
¿Aca­so han de cru­ci­fi­car­me?
Sien­to que mi alma ya no me per­te­ne­ce.
Aho­ra es del dia­blo que, dis­fra­za­do de mujer, entró un día a ésta igle­sia
Y me lle­vó a arder en el fue­go eterno jun­to a ella.

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Lisandra Diana Amarilla. Nació en puerto Iguazú el doce de marzo de 1991. A los tres años se mudó a Buenos Aires con su familia y comenzó el jardín y parte de la primaria allá. A los siete volvó a Iguazú y terminó sus estudios primarios y secundarios. Luego estudió Traductorado de inglés en la ciudad de Posadas. Actualmente está redactando su tesis y forma parte de un grupo de teatro.