Reseña: “El Club de las Señoras Desinformadas,” de María Tresols

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Literatura regional misionera: Ilustración de la tapa del libro

Con el libro El Club de las Seño­ras Des­in­for­ma­das lle­ga una auto­ra que apun­ta a jugar en las ligas mayo­res de la lite­ra­tu­ra ibe­ro­ame­ri­ca­na. Los rela­tos de María Tre­sols son bre­ves, filo­sos, ¿pro­sa poé­ti­ca?, tie­nen rit­mo, músi­ca inter­na, la escri­to­ra vie­ne de la dimen­sión del hip hop, y tam­bién es artis­ta visual. Este libro es raro, excén­tri­co, trans­bor­da más allá de las expe­rien­cias corrien­tes. Enton­ces por qué no ver que las per­so­nas, el pai­sa­je, las cosas, no son esas que están o seme­jan estar, y su belle­za resi­de del otro lado del holo­gra­ma de las rela­cio­nes, en el tra­se­ro de días asi­mé­tri­cos, en la hipo­te­nu­sa de un amor remo­ja­do con fer­net.

Des­de la edi­to­rial inde­pen­dien­te NEACONATUS, res­pon­sa­bles de su publi­ca­ción, acon­se­jan no dar la espal­da a la pro­pues­ta lite­ra­ria de María Tre­sols por­que, de gol­pe, lo que deja­mos atrás des­apa­re­ció, y lo que nos topa­mos por delan­te pue­de ser un sim­ple abis­mo. Cui­da­do con las pala­bras de estos rela­tos. Lue­go de cerrar el libro, diga­mos, maña­na o pasa­do maña­na, un jue­ves de rino­ce­ron­te o una tar­de solea­da, des­pués de leer­lo, deci­mos, solo encon­tra­re­mos escom­bros en la ofi­ci­na o en nues­tra casa, o la dicha com­ple­ta de una cari­cia o una bri­sa. La obra de María Tre­sols tam­bién nos pue­de mor­der los labios.

Un sinfín psicodélico

Para el comu­ni­ca­dor social y antro­pó­lo­go Café Azar, pro­lo­guis­ta del libro, El Club de las Seño­ras Des­in­for­ma­das “abre un por­tal de sen­ti­dos, sig­ni­fi­ca­cio­nes y refe­ren­cias que nos sopa­pea a fuer­za de deli­ca­das cate­dra­les tex­tua­les.”

Azar con­ti­núa dicien­do que “se tra­ta – en prin­ci­pio – de his­to­rias, refle­xio­nes, humor sór­di­do e inte­li­gen­te, algo de melan­co­lía, amo­res de mier­da, y la psi­co­de­lia que con­ta­mi­na las sies­tas y las noches de los per­so­na­jes que nau­fra­gan en los pue­blos misio­ne­ros ( . . . ) Cada tex­to, cada párra­fo, cada ora­ción es un baúl que escon­de teso­ros impen­sa­dos, ver­da­des crue­les y poé­ti­cas enso­ña­cio­nes. No hay que con­fun­dir la enso­ña­ción con la nega­ción de la reali­dad. En los esta­dos de con­cien­cia alte­ra­dos se pue­den vis­lum­brar cer­te­zas esqui­vas. Por eso el tiem­po pue­de medir­se a tra­vés de la obser­va­ción del pro­ce­so que lle­va la deco­lo­ra­ción de la tin­tu­ra en las uñas.”

“Hay, en este plu­ri­ver­so,” afir­ma Azar, “un sin­fín de refe­ren­cias a can­cio­nes que ali­men­tan la escri­tu­ra y com­po­nen nue­vos pai­sa­jes de ines­pe­ra­das metá­fo­ras y sue­ños líqui­dos. Allí están las can­cio­nes y las men­cio­nes  – a veces en for­ma direc­ta, otras sola­pa­das –  a C. Tan­ga­na, Mac Miller (“I been losin’ my, I been losin’ my, I been losin’ my mind…”), Sui Gene­ris y su Mr. Jones (aquel que abrió la puer­ta). Todo es mate­ria de sig­ni­fi­ca­ción y extra­ña­mien­to. Hay tex­tos redon­di­tos (de Patri­cio Rey), hay tex­tos Miller (de Henry, no de la birra – aun­que bien pudie­ra), hay raras y resa­ca­das etno­gra­fías de mesas, empa­na­das y vinos que caen sobre el man­tel, bole­ros explí­ci­tos, refle­xio­nes en una zapa­te­ría vie­ne­sa sobre la líbi­do y sus deri­vas poé­ti­cas, demen­to­res sinies­tros e indi­fe­ren­tes y cone­jos blan­cos ase­si­na­dos. Algo ocu­rre y no se sabe qué es (como en la can­ción de Jef­fer­son Air­pla­ne). La pre­gun­ta es: ¿El sen­ti­do de las cosas es o está pues­to?”

¿Se renueva la literatura misionera?

El pró­lo­go des­pués sen­ten­cia que “Por enci­ma de todo, crean­do sig­ni­fi­ca­dos, está María. Mani­pu­lan­do tex­tos, sen­ti­dos, imá­ge­nes, can­cio­nes. Pone en ten­sión la pala­bra a la luz de un fil­tro crí­ti­co y poé­ti­co. El abis­mo de lo inefa­ble, el vér­ti­go al que nos aso­ma­mos siguien­do ese tex­to que – en vez de afe­rrar­se a la línea ama­ri­lla  – se bifur­ca en capas de poro­sa, sen­sual y bella ambi­güe­dad. Ima­gi­ne­mos que Dorothy se hubie­ra que­da­do en el cam­po de los tuli­pa­nes y allí com­pren­die­ra que vol­ver a casa no siem­pre es lo mejor. Y Theo­do­ra, la bru­ja mal­va­da, sólo fue­ra una encar­na­ción de Mor­feo.”

“Sugie­ro tomar la pas­ti­lla roja– sin mie­dos,” dice Azar, “y dejar que María (al igual que señor de la pan­de­re­ta) nos haga des­apa­re­cer en los labe­rin­tos de humo de la men­te. Gri­tar en voz alta mien­tras chas­quea­mos los dedos: “It’s show­ti­me,” y allá vamos.”

El Club de las Seño­ras Des­in­for­ma­das de María Tre­sols cuen­ta con dise­ño edi­to­rial de Susa­na Alon­so e imá­ge­nes de la pro­pia auto­ra. Cum­ple con el pro­yec­to ini­cial de NEACONATUS Edi­cio­nes: publi­car duran­te 2022 tres obras que logren tras­cen­der hacia un 2023 sus­ten­ta­ble y con pers­pec­ti­va de con­ti­nui­dad. Cie­rra esta tria­da, dia­léc­ti­ca lite­ra­ria, María Tre­sols. Una escri­to­ra que ha lle­ga­do para ins­ta­lar­se en las letras de Misio­nes con una nue­va voz joven y desa­fian­te de cáno­nes y géne­ros.

“El Club de las Seño­ras Des­in­for­ma­das” está dis­po­ni­ble en ComprasMisiones.com.ar