Aparición con vida

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Relato de un escritor argentino ilustrado por un dibujo anatómico del cuerpo humano de dos personas: un hombre (der.) y una mujer (izq.), todo rodeado por un borde grueso de color bordó o rojo oscuro.

Estu­ve en las esca­le­ras, las mis­mas que ella reco­rrió en la noche ensan­gren­ta­da, la noche últi­ma en la que el espan­to disol­vió sus ges­tos y los pri­vó para siem­pre de ino­cen­cia, para cas­ti­go irre­me­dia­ble de los que no estu­vi­mos allí y para som­bra entre sosie­gos inme­re­ci­dos de los que con su pre­sen­cia mal­di­je­ron ese ins­tan­te atroz.

El lugar es aho­ra intras­cen­den­te. Pere­gri­nos de la estu­pi­dez reco­rren las calles y por suer­te no saben, por­que así solo unos pocos com­par­ti­mos el ritual inexis­ten­te que algu­na pie­dad mez­qui­na borra­rá tam­bién un día, mien­tras mar­che­mos al des­en­cuen­tro tan temi­do don­de ella tam­po­co esta­rá.

En la expla­na­da dos ami­gos se sacan una foto con la cáma­ra en auto­má­ti­co. Uno se hace el tulli­do, imi­tan­do a un pobre vaga­bun­do que pide limos­na, el otro son­ríe con algún esfuer­zo.

Dos poli­cías cui­dan aho­ra de una nor­ma­li­dad sin alti­ba­jos. Unos chi­cos se empe­ci­nan en tra­tar de ser malos y una madre gri­ta como si lo hubie­ran logra­do, pero no hay ren­cor en la pla­za. Un tipo con cara de des­pre­cio tra­ta de ven­der car­ti­llas con horós­co­pos y una chi­ca de pier­nas her­mo­sas, que no lo mira, como apren­dió, se ale­ja y él la sigue, suman­do mise­ria a su des­dén. Una pare­ja se besa al sol cer­ca del lugar don­de la som­bra avan­za hacia el muro de la igle­sia, el mis­mo con­tra el cual Juan, que la vio correr, casi se desan­gró.

Con los años he olvi­da­do casi todo y lo que recuer­do no es digno de con­fian­za. Sé que no reía con fre­cuen­cia, que se empe­ña­ba en lo que nun­ca supo que eran sue­ños, que pro­me­tió con­ven­ci­da cosas que no tuvie­ron tiem­po de ser más que pro­me­sas y que nun­ca sabre­mos si hubie­ran sido algo más, que no era de ino­cen­cia diá­fa­na pero no fue cul­pa­ble de nada sus­tan­cial.

Con los años insis­tir en la estu­pi­dez de su muer­te se ha vuel­to inne­ce­sa­rio. Pasó ya tan­to tiem­po que aún si hubie­ra teni­do un sen­ti­do, ya podría haber­lo per­di­do. Pero a veces toda­vía me deses­pe­ro tra­tan­do de con­ce­bir que para tan­tos otros nada de eso impor­ta. Nun­ca tuvo, que yo sepa, acce­so a cie­lo alguno, ese que evo­can aque­llos que vis­lum­bran espa­cios para un dios.

Me sor­pren­dí miran­do en la pla­za si había algún chi­co que pudie­ra haber sido suyo. Nadie usa aho­ra esas polle­ras esco­ce­sas y las muje­res que con­ti­nua­ron vivien­do ya no corren a sal­ti­tos, ni sal­tan al cue­llo con tan­to afán. Todo en la espe­ra es ana­cró­ni­co.

No debie­ra haber ido. Allí tam­po­co estoy. Su bufan­da bei­ge vuel­ve en la noche y, sin dejar­me ver­la, me envuel­ve sin fin en nubes de ren­cor. Quie­ro llo­rar otra vez para mojar esos dedos que no tole­ran ver­me así. Me esfuer­zo en rozar­los con mis labios has­ta que el dis­pa­ro, tam­bién invi­si­ble, ato­ra una y otra vez la vida al ama­ne­cer.

Ori­gi­nal­men­te publi­ca­do en NEACONATUS.

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Marcelo Pakman (Buenos Aires, 1953) es un médico y escritor argentino actualmente radicado en Estados Unidos. A lo largo de su carrera, fue invitado en calidad de conferencista por instituciones y universidades de América, Europa, y Asia, y es conocido por sus articulaciones entre filosofía, epistemología, arte, y pensamiento crítico sobre la práctica clínica de la psicoterapia, la terapia familiar, y las intervenciones sociales en ámbitos diversos. Entre sus obras se encuentran "Palabras que Permanecen, Palabras por Venir: Micropolítica y Poética en Psicoterapia" (2011), "A Flor de Piel: Pensar la Pandemia" (2020), y los tres volúmenes de la trilogía "El Espectro y el Signo": "Texturas de la Imaginación" (2014), "El Sentido de lo Justo" (2018), y "El Exilio del Mesías" (2022), todos publicados por la Editorial Gedisa. Recientemente se publicó su obra “A Flor de Piel II: Pensar la Guerra,” también editada por Gedisa.