Un símbolo de paz y un limón sin exprimir: Reseña de “Los Voladores,” de Santiago Morales

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Reseña de Los Voladores de Santiago Morales: dos símbolos de la paz enmarcan la tapa del libro, que es rosada e incluye la imagen de un ave negra cayéndose.

Con su libro Los Vola­do­res, San­tia­go Mora­les es un Íca­ro fulle­ro que repar­te las plu­mas con las alas mar­ca­das. De entra­da un pája­ro cae y encar­na la ono­ma­to­pe­ya en ver­bo. El rui­do de aplas­tar­se con­tra el sue­lo: “¡Plath!” sor­pren­de a una oca­sio­nal Ale­jan­dra Pizar­nik que pasa­ba por el mon­te de paseo y toma entre sus manos ese des­po­jo de sui­ci­dio ala­do, que com­par­te con . . . Syl­via Plath. A par­tir de enton­ces comien­za el espec­tácu­lo de un Cir­que du Soleil zoo­lí­ri­co don­de el lec­tor alza­rá vue­lo has­ta un cos­mos infi­ni­to de citas. Una car­to­gra­fía cano­ra, un Biblio­mó­vil de pala­bras que son millo­nes de aves crean­do un eclip­se de sol.

Sin ame­dren­tar­nos por la mara­tón de obras y auto­res cita­dos, recu­rri­re­mos al filó­so­fo cata­lán Pau Luque para inten­tar inter­pre­tar esta biblio­te­ca bor­gea­na de avi­fau­na huma­noi­de y lite­ra­ria. Cuan­do el autor cons­tru­ye su rela­to pue­de mani­pu­lar su ima­gi­na­ción de dos mane­ras. Orga­ni­za su narra­ción y, de vez en cuan­do, recu­rre a algu­nas cir­cuns­tan­cias reales o par­te de una reali­dad dada y ape­la al recur­so ilu­so­rio cuan­do se acer­ca al pre­ci­pi­cio de la cer­te­za elu­si­va. En este caso la obra eli­ge ser puro arte “hime­nóp­te­ro,” por­que tie­ne alas mem­bra­no­sas don­de la fic­ción se apo­ya en la ima­gi­na­ción y vue­la ale­ján­do­se de todo con­ven­cio­na­lis­mo de for­ma­li­za­ción repre­sen­ta­ti­va.

San­tia­go Mora­les es uno de los mejo­res narra­do­res misio­ne­ros con­tem­po­rá­neos. Su pri­me­ra nove­la no da tre­gua. Serían nece­sa­rias varias relec­tu­ras para acer­car­se al cora­zón pal­pi­tan­te de sus casi infi­ni­tas imá­ge­nes volan­tes y a un dis­cur­so ver­ti­gi­no­so.

El regis­tro de obras inves­ti­ga­das es casi enci­clo­pé­di­co. Nos per­mi­ti­mos sumar un apun­te que bien habría teni­do su espa­cio en este aque­la­rre de aves, pája­ros, hom­bres, y muje­res que bus­can una corrien­te de aire que reem­pla­ce la ico­ni­ci­dad semán­ti­ca de la palo­ma de la paz. Nos refe­ri­mos al caso del famo­so orni­tó­lo­go Günther Nietham­mer, envia­do con el car­go de guar­dia a Ausch­witz. Rudolf Höss, el coman­dan­te del cam­po, le per­mi­tió lle­var a cabo un aná­li­sis orni­to­ló­gi­co de la región entre los años 1940 y 1941. Sus avis­ta­mien­tos y regis­tros fue­ron publi­ca­dos en un ensa­yo edi­ta­do por una revis­ta cien­tí­fi­ca de Vie­na, titu­la­do Obser­va­cio­nes Acer­ca de la Avi­fau­na de Ausch­witz. El escri­tor ale­mán Arno Sur­mins­ki encon­tró en una biblio­te­ca el bre­ve tex­to (40 pági­nas) de Nietham­mer e, ins­pi­ra­do, escri­bió la nove­la Los Pája­ros de Ausch­witz (títu­lo ori­gi­nal Die Vogel­welt von Ausch­witz, F.A. Her­big Ver­lags­buchhand­lung, GmbH, Mün­chen, 2008). “Este pla­ne­ta no es un lugar para palo­mas,” dirían los her­ma­nos Coen.

No todos los capí­tu­los son plu­mí­fe­ros. Sobre­vue­lan la his­to­ria (val­ga la alu­sión volá­til) ale­ja­mien­tos de pare­jas, cru­ces afec­ti­vos, mapeo pro­vin­cial muy deta­lla­do, la peri­pe­cia del via­je, el albur de jugar­se pro­fe­sio­nal­men­te. La obra gira en torno de la sepa­ra­ción del pro­ta­go­nis­ta, de su tarea de libre­ro, o sea de los libros, y de bus­car un ave que renue­ve como sím­bo­lo a la palo­ma de la paz. Sabe­mos que la palo­ma con su rama de oli­vo es una his­to­ria bíbli­ca obso­le­ta. Qui­zás vetus­ta por inefec­ti­va, si no por vie­ja.

Como bien inter­pre­ta Juan Báez Nudel­man en diá­lo­go con el autor:

Con su nue­va expe­rien­cia con Los Vola­do­res, (Mora­les) ha cul­mi­na­do un pro­ce­so de 10 años escri­bien­do el mis­mo pro­yec­to y con­fie­sa que no lo vol­ve­ría a hacer. En todo caso, le gus­ta­ría encon­trar un sis­te­ma como lo ha logra­do César Aira, “que no corri­ge, dice que se sien­ta en un café a escri­bir y si tie­ne que solu­cio­nar algo de lo que ya escri­bió, lo inclu­ye en el mis­mo pro­ce­so ( . . . ) El libro no se expli­ca, se tra­ta de leer­lo y que se expli­que sólo.” Por eso des­ta­ca­mos algu­nas fra­ses que pue­den dar pis­tas para atra­ve­sar la pica­da inter­tex­tual. “Para no olvi­dar que la belle­za de la fau­na de nues­tro entorno escon­de la cru­de­za de un sub­mun­do de explo­ta­ción.” “El capi­ta­lis­mo sal­va­je hace que des­apa­rez­ca del léxi­co la anti­gua acep­ción de P.C., dice ella.” “Es raro sos­pe­char de uno mis­mo, gene­ral­men­te la gen­te se des­co­no­ce o se cono­ce, pero sos­pe­char­se es raro. Lo más común es no cono­cer­se real­men­te. ¿Me gus­ta más la poe­sía o me gus­tan más los cuen­tos? La libre­ría o el futu­ro incier­to; el pája­ro car­pin­te­ro, la tacua­ri­ta, el urú, los boye­ros o el chu­rrin­che como nue­vo sím­bo­lo de la paz.” “El chu­rrin­che es rojo, rojo san­gre, y al mun­do no le resul­ta atrac­ti­vo ese tono para enar­bo­lar su paci­fis­mo.”

Como los medios difun­den, “las sel­vas del nor­te argen­tino guar­dan aún miles de secre­tos. Son los eco­sis­te­mas con la mayor diver­si­dad de flo­ra y fau­na del país, con muchas espe­cies de las que toda­vía se cono­ce poco.” Los Vola­do­res de San­tia­go Mora­les, ade­más de una pro­sa lige­ra y atra­pan­te, apor­ta cono­ci­mien­to. Cabe conec­tar con una recien­te publi­ca­ción de Miguel Azar­men­dia, que se refie­re a un Águi­la Motea­da que salió de Alas­ka y voló has­ta una isla del sur de Aus­tra­lia, reco­rrien­do en un via­je con­ti­nuo (sin des­can­sar) 13.560 kiló­me­tros en once días, con­vir­tién­do­se en el ave rei­na de los cie­los, del “Celes­te” cie­lo, diría el per­so­na­je de Mora­les, sin nin­gún tin­te — cree­mos — nos­tál­gi­co. Men­cio­na­mos un águi­la, ani­mal pre­da­dor si los hay. Qui­zás podría­mos ayu­dar al nota­ble y empá­ti­co héroe mora­liano, sugi­rién­do­le que eli­ja a este sím­bo­lo carro­ñe­ro y a la vez monár­qui­co, no para con­tra­de­cir la famo­sa y nun­ca alcan­za­da paz, sino por­que nota­mos que este tipo de ave de pre­sa es mucho más repre­sen­ta­ti­vo de la épo­ca que vivi­mos. Por­que aun­que el libro se refie­ra a los pája­ros con el pre­tex­to de volar él, el autor, y hacer­nos volar a noso­tros, sus lec­to­res, sobre nues­tras cabe­zas pasan cosas muy intere­san­tes que nos per­de­mos por no atre­ver­nos a apar­tar la vis­ta del camino que nos han tra­za­do para que avan­ce­mos, con la cabe­za siem­pre gacha, hacia nin­gu­na par­te.

“Los Vola­do­res” ha sido publi­ca­da por la edi­to­rial Con­Tex­to (Cha­co y Corrien­tes) como par­te de la colec­ción “La Tie­rra sin Mal,” que diri­ge Juan Bas­te­rra.

N. del A.: El títu­lo de la rese­ña hace refe­ren­cia a la can­ción “Bus­can­do un Sím­bo­lo de Paz,” de Charly Gar­cía.