1. En las primeras horas di mucho trabajo desde el nacimiento con el duro trabajo de parto que soporto conmigo, mi mamá. Mi madrina la partera, llamada Delia Martinez que conocía eso y otras historias mías, me lo repetía y me decía terremoto o terremotito, porque entre otras cosas mi nacimiento coincidió con la catástrofe en Lima. Desde ese momento me conocían todos, con ese simpático apodo, nada relacionada con mi serenidad.
2. En mi primera infancia, la pasé en el taller de papá. Todas sus herramientas me causaban curiosidad y fueron mis primeros juguetes. El cincel, el martillo, pinzas y morsas me divertían en la fundición. Hay imágenes que no olvidaré, como las de ver derretirse a los metales sobre la fragua y el intenso calor, de este aparato y de los sopletes que transformaban el ambiente en un infierno inaguantable. Ahora esas piezas son parte de mi lámpara artística diseñada con estos restos de herramientas, tenazas y cautiles (soldadores de cobre).
3. La segunda infancia luego de los 6, 7 años, ya entraba en la escuela Fiscal. Ya no me gustaba mucho el taller, hiba por obligación, forzado, tenia que estañar pailas de cobre, llevarlas a soldar y realizar cobranzas a los clientes. Los enojos y retobes me causaron repudio y prefería ayudar en un espacio donde trabajaban comercialmente. Es asi que a los 11 años, trabajé con el desacuerdo de mi madre en una empresa de transporte comercial donde me sentía mas cómodo, pesando mercadería, embalándolas para que sean despachadas en camiones al departamento de Ancash (Casma y Huaymei o al Puerto de Chimbote) donde la agencia comercial Peruana tenia sus distribuidoras. Muchas veces me toco cargar esos bultos al camión, hacer de oficinista, y tareas varias. Ya en esta época me gustaba el futbol, el estadio Nacional estaba cerca de casa, tenia en las esquinas a los lustradores de zapatos donde muchos futbolistas se lustraban los suyos y llevaban los chinpunes a lustrar y los ponían en unas bolsitas muy particulares y algunos de los chicos como yo, se las cargaban para poder ingresar al estadio; así conocí a varias estrellas que me invitaron a sacarme fotos y entrar con ellos a la cancha para fotografiarme en su compañía, como para citar algunas me acuerdo de Caricho Guzmán, Lolo Fernandez y el gran arquero, Walter Ormeño el único al que le otorgaron el titulo de caballero del futbol.
4. Entrando ya en la secundaria, ya con 12 años, ganando mis soles, que me servían para vestirme o comprarme los championes para jugar al futbol. A la salida del estadio recolectábamos viseras, parasoles de cartón que el próximo domingo las usábamos para revender y entrar al estadio, hasta que aprendimos a hacerlas, mejores y conseguimos mejores ganancias. Mocetón y pretensioso, no me gustaban estas labores ni el taller de la casa, ni la exposición al público con mercaderías. Así es como mi padrino Pedro Ore, alcalde de la Victoria mi barrio, me recomendó a una editorial “La Confianza” para trabajar, en donde pasé gran parte de mi juventud, pasando de encuadernador a impresor y jefe de máquinas, linotipos e impresoras Oxen.
5. Terminada mi secundaria mi deseo era alejarme de todas estas cosas e ingresar a estudios superiores en la Universidad Mayor de San Marco, primera en América, pero durante tres años de intentarlo me fue imposible por la problemática social, política y económica de público conocimiento. En esos infructuosos tres años, trabaje en otra gráfica “Real Impresora” sin saber que el dueño era un embajador, Carlos Vázquez Ayón, el se ocupo de ayudarme en mis aspiraciones y me dio la ayuda efectiva y bancaria para que pudiera salir al exterior a realizar mis estudios ansiados, cosa que agradeceré toda la vida.
6. Ya en la Argentina, joven a los 20 años, sin conocer a nadie me inscribí en la UNNE en Corrientes e ingrese. Al pasar los meses se fue disipando la poca plata que traje y había que optar entre trabajar y estudiar, dilema que resolví lentamente pero que me salió bien, así pasé varios años como fotógrafo, vacunador y agente de venta comercial. Posteriormente ya con mis estudios de medicina, haciendo trabajos de enfermería, con lo cual no me fue mal, pero me quitaba mucho tiempo para concluir las primeras materias de la carrera, en un ambiente muy exigente y profesional.
7. En los últimos años, con otra visión y estando casado con hijos mi visión era mas realista y pasé a ser visitador médico, como otros de mis compañeros en lo que me fue muy bien, tanto en el laboratorio L.O.A. Laboratorio Oftalmológico Argentino, como en el Laboratorio Norvish Eathon, con el cual me fue excelente con los furanos, vendí mucho lo que hace, que casi me olvide de la carrera.
8. Finalizada mi carrera, ya con la costumbre de trabajar, me toco cambiar de la ciudad al campo, y trasladar una serie de conocimientos a lugares inhóspitos sin luz y sin agua, al cual de a poco me fui acostumbrando y adaptando, fue en los “Esteros del Ibera” en Corrientes, donde hacia muchos años no había un médico. Puedo contar que entre tanta flora y fauna y paisajes inimaginables pasé a caballo los mejores momentos de mi vida. Pero el crecimiento de la familia, las escuelas al que tenían que ir los hijos y la actualización médica que deseaba, me obligaron a salir de esos espacios para entrar a otro parecido pero con mejores condiciones y expectativas en otra provincia cercana, Misiones.
9. Todo fue mejor siempre trabajando sin descanso con muy poca vacaciones, aprovechando minuto a minuto todo lo que se podía incluyendo los obstáculos que venían con las nuevas tareas en el interior, muy diferentes a las de las ciudades. Lucha constante y desigual dentro del profesionalismo que me obligaba siempre a acercarme a pueblos mas cercanos a la capital como San Ignacio, capital de las “Misiones Jesuíticas”.