Las aguas rojas avanzaban tumultuosas por las zanjas de la calle, rumbo al bajo. Se escuchaba desde la galería el sonar de la lluvia en los techos de cinc de las casitas cerradas y a las aguas desprenderse desde las canaletas a algunos tachos rebosantes. Solo competía con el rumor de la lluvia la aguda voz de Elisana, la dueña de casa, de tono afable en presencia de su visita la señora Rosalinda quien cebaba el mate del cual sobresalían puntas de yuyos tipos tisanas, puntillosa y respetuosa, como si estuviera en misa, invitada por Elisana quien sabía el don virtuoso que portaba su amiga y comadre: saber escuchar. Decía Elisana:
-…. entonces yo escucho ruido del fondo de la casa, porque yo siempre escucho antes que Ladislao, que ronca como serrucho….entonces yo dije para él: ¡Ladislao, Ladislao! ¡despertate de una buena vez! y él nada, más roncaba, le digo ¡hay ruido en el fondo y ladra Tumbaolla!
-Que cuando ladra a dúo con la perrita Pimpollo es porque algo hay.
-Entonces más ronca Ladislao, parece que está acostumbrado digo yo a mi dulce voz porque más ronca ¡fijate!
-Y escucho más mejor y era ya un batifondo con lluvia porque llovía, ¡lluviaaarada mismo! ¡Con truenos encima! ¡Hay que joderse, che! Este polaco el hombre de la casa durmiendo y yo la mujer tiene que salir en plena tormenta. ¡Flor de polaco, che, me tocó! ¡Si querés te lo regalo con moño y todo! … Es un decir, nomás,
-Gracias, me quedo con el mío, Elisana –respondió Rosalinda.
-Y prendo la lamparita a kerosén, y me mojo al cruzar más allá del gallinero, y los perros siguiendo bajo la lluvia ¡lluviaraaada caía! y alumbro más mejor y ¿qué era? ¡La Divina! Y voy alumbrar y veo saliendo el bulto por atrás… dame otro mate Rosalinda.
-¡Divina, le digo! y ella puro ojo saltón por el dolor seguro, pobrecita, y el bulto salió todo rompiendo bolsa ¿qué era? ¡El hijo! y ¡Oscuro se puso, oscuuuuuro mismo! Y digo a la Divina ¡Estoy junto a vos, Divina! Y ella cabeceaba, ¡pobrecita!
-Y ya me fui con lluvia, a decirle ¡Ladislao, Ladislao, ahora sí! ¡Ahora sí levanta, la Divina tuvo hijo! Y parece que a Ladislao había que decirle ese nombre porque ahí nomás se despertó de golpe ¿Dónde estoy, Elisana? decía, ¿qué pasó con el tractor? estaba soñando el hombre parece, entonces dije que me mojaba para cuidar la casa y él dormía, y él ¡dale con el tractor!, hasta que se refregó los ojos.
-Y ahí se levantó de golpe y porrazo, y nos fuimos bajo la lluvia, y él decía que ya amanece, y la Divina le lamía a la potranquita, porque era una hembrita, ¡fijate! ¡Una hembrita! y yo dije para él qué nombre le pondríamos a nuestra potranquita, y él dice que no era toda nuestra, era una parte nomás.
-Y yo pregunto a él, ¿Ladislao, a qué estamos jugando? Y Ladislao se reía nomás, yo le conozco cuando se ríe así medio de costado porque muestra solo esa parte de dentadura color marrón que tiene, se estaba burlando de mí o qué, le digo,
-Y entonces me dice que se olvidó de avisarme que la mitad de la recién nacida era de Mucho Lindo, tu marido Rosalinda, porque Mucho Lindo puso el servicio de Cañón.
-¿Quién Cañón? le pregunto, y dice para mí Ladislao que era el padrillo que Mucho Lindo trajo de Marmeleiro en el Brasil, ¡fijate! Y dice Ladislao que era pura sangre para cuadrera, o sea para carrera de caballo, ¡Muy bien, esa polaca! me dice, y cuando dice así zalamero es porque me estaba ya cargando el polaco, y claro, es que Divina estaba gordita la yegua pero yo creía que era como la mujer madura que empieza con los rollitos en la panza digo yo, que en los animales también pasa lo mismo, no pregunté por eso.
- Y qué le vamos a hacer, decía Ladislao, si es por mí no es por nadie, o sea de golpe vendría el bebé y entonces ahí o sea ahora me contaba la verdad.
-Y Mucho Lindo era ligero para esas cosas de animales, él andaba en las cuadreras de la frontera, y entonces me dijo que Divina tenía lindo porte, ¡Inteligeeeente Mucho Lindo digo yo, tu marido Rosalinda!
-Gracias, por eso está conmigo, Elisana –respondió Rosalinda.
-¡No vamos a serruchar la nena, la potranquita! digo, no vamos a partir por la mitad la criatura.
-No, no, me dice Ladislao, ahora le llamo a Mucho Lindo para avisarle y se fue Ladislao a tu casa.
-Entonces yo dije para mí –prosiguió Elisana- por más práctico que sea Mucho Lindo, no me iba a ganar de mano, porque si vamos al caso la Divina tuvo como una buena mujer durante muchos meses de embarazo, ¡sí! comiendo por ella y por la bebé, y ese tiempo de pastaje y alimento balanceado que se gastó en ella una buena parte corresponde al mantenimiento de la bebé, por lo tanto si sacamos la cuenta la otra mitad también nos corresponde por retroactivo. ¡Eso es! ¡Por alimentación retroactiva!
-¡Así le voy a plantear al Mucho Lindo, tu marido! Por esta vez la potranquita es toda entera nuestra, y que tal vez si llegamos a un acuerdo la próxima vuelta con la Divina, está por verse cómo nos arreglamos, hagamos bien las cosas y ¡a otra cosa mariposa!
-Un detalle, Elisana: Cañoncito fue un regalo de aniversario. Es mío –dijo Rosalinda terminando el mate- Y mi marido no me pidió permiso para usarlo en esas bajezas. Va a tener que regalarme algo por el desgaste de Cañoncito.
-Y… me imagino que un poco se habrá cansado con semejante yegua que es la Divina. –respondió Elisana- Y de paso le habrá gustado, digo yo. Entre mujeres inteligentes como nosotras el mundo es un paraíso ¿verdad?
-Gracias, Elisana.