De cal y de arena

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Encabezado de

Las man­chas de hume­dad pin­tan un cua­dro tris­te. Ella seca por enési­ma vez el agua que cho­rrea por las pare­des, pero no hay tra­po de piso que absor­ba el asco. La ropa, los zapa­tos, las sába­nas, las toa­llas, las almoha­das, todo está impreg­na­do de ese olor-dolor que deja una casa cuan­do llo­ra.

Con la caden­cia de quien dic­ta una con­de­na, abre las bol­sas negras. Tra­gan de un boca­do las cami­sas, las reme­ras, las cam­pe­ras. Libe­ra el espa­cio del pla­card que era de él. No se había dado cuen­ta de ese todo que él ocu­pa­ba. Ropa nue­va, mar­cas que ella nun­ca soñó en tener por­que la pla­ta no alcan­za­ba. En el fon­do del pla­card se deja ver la heri­da del arma de agua. El revo­que des­pa­rra­ma sus tri­pas de cal por el piso, como un ase­sino escon­di­do, que ace­cha des­de hace mucho tiem­po mirán­do­la de fren­te.

Revuel­ve en su memo­ria las mira­das esqui­vas, los men­sa­jes: “a mil con el tra­ba­jo, no me espe­res,” las lla­ma­das en el baño, la espal­da con espal­da de las madru­ga­das, los silen­cios, los días den­sos, las dis­cu­sio­nes por nada y por todo, los arran­ques de mal­hu­mor, los no ten­go ganas, las vaca­cio­nes jun­tos que nun­ca lle­ga­ron.

Sin embar­go, un álbum de fotos le recuer­da las pala­das de are­na que algu­na vez exis­tie­ron. El naci­mien­to de sus hijas, las navi­da­des, los asa­dos con ami­gos.

Pero hoy la are­na se con­vir­tió en desier­to, cada recuer­do teñi­do de un color lejano. Las man­chas de hume­dad, el agua que no cesa, y ese olor-dolor que se mete por la nariz la cubren de un velo tan oscu­ro como bol­sa de con­sor­cio. 

Como la casa, ella tam­bién llo­ra. La sal sal­ta por sus agu­je­ros ver­des. Su cuer­po es hama­ca­do por el sufri­mien­to. Sus pier­nas se des­mo­ro­nen has­ta el sue­lo, frío e imper­so­nal. Llo­ra como si fue­ra la pri­me­ra vez. Gri­ta como si salie­ra del canal de par­to. Se mira a sí mis­ma man­cha­da de cal, agua, are­na, y mugre.

De a poco las pala­bras des­en­ro­llan su oscu­ri­dad. Se mira al espe­jo reco­no­cien­do unos ojos más ver­des que nun­ca, como si no fue­ran suyos. Los abra­zos com­par­ti­dos se mul­ti­pli­can. De a poco la casa recu­pe­ra su olor a vai­ni­lla, a orquí­deas, a armo­nía. La cica­triz de la pared comien­za a secar­se. El vacío del pla­card al fin que­da bien. Ella levan­ta sus pare­des de nue­vo. Pin­ta sus días de colo­res vivos. Se recons­tru­ye — con cal, are­na y pala­bras.

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Laila Emilia Datter es una escritora argentina magíster en Investigación Educativa, licenciada en Ciencias de la Educación, y profesora de Enseñanza Preescolar. Fue autora de los libros «Las Mil y una Noches en las Letras de Borges» (2000), «Crea Luego Enseño» (2015), y «Póker» (2017), entre otros. Llegó a ser finalista del concurso CASIOPEA – MADRID durante cinco ediciones seguidas, y contribuyó en una variedad de antologías, entre las que se destaca «Corrientes Escribe 1,» que reúne obras de doce escritores correntinos. Lideró varios talleres, conferencias, cursos, jornadas, y conversatorios, como «Botiquín Literario» y «Sitio Creativo,» y es miembro del Equipo de Investigación Educativa en la Universidad Católica de Córdoba y del Centro Argentino de Investigación sobre Inmigración Libanesa, radicado en la ciudad de Rosario. Fue cofundadora de la revista «Pensar Más,» que se publicó entre 1994 y 1997, y actualmente se desempeña también como comentarista y promotora de la lectura en el programa «Vivir Plenamente,» conducido por Miriam Blanchard en Radio Sudamericana 100.5, y como voluntaria del programa nacional Abuelas y Abuelos Leecuentos.