El escritor posadeño Osvaldo Mazal nunca baja la lapicera del todo. Actualmente está trabajando en algunos relatos y una novela, ambos en diferentes etapas de escritura, pero igual se hizo un tiempo para conversar con NEACONATUS. Habló de las experiencias pasadas que contribuyeron a su pasión por la lectura y la escritura y también dio su opinión sobre la “quiroguización” de la literatura misionera, algo que, según él, impide el avance creativo.
NEACONATUS: Osvaldo ¿desde cuándo escribís? ¿Empezaste con poesía? ¿Has dejado de hacerlo?
OSVALDO MAZAL: Desde chiquito. Empecé a los siete u ocho años, calculo. Wésterns, historias de guerra. Eran historietas, por supuesto, con dibujos muy primitivos y globitos con diálogos más primitivos todavía. Mi madre guardó algunas, pero no sé por dónde andan. Después dejé el género, porque era bastante exigente. Por varios años no recuerdo haber escrito nada literario, quizá hasta fines de la secundaria. Aunque era lector voraz. De novelas, sobre todo — las devoraba. Ya cursando la facultad de ingeniería empecé a escribir y sobre todo a leer mucha poesía, hábito que no abandoné. Nunca dejé de escribir poesía, pero casi no publiqué, y en cierto modo me fui “prosificando”: siempre digo que yo no abandoné a la poesía, sino que ella me abandonó a mí . . . y la extraño bastante. Aunque a veces vuelve y me sopla algo al oído y después se escapa, y entonces escribo algo que siempre es un borrador, y después lo dejo por ahí (ahora en una carpeta digital) como para pulirlo. Y ahí queda esperándome. Por ahora la prosa le ganó en mí a la poesía.
NEACONATUS: Siendo muy joven, adolescente, salías a remar con tu padre en el antiguo Rowing ¿fue él quien te indujo a los libros, o fue esa comunión durante aquellas tardes, entre ustedes dos, solos en el Zaimán, el ambiente propicio para sensibilizarte con la literatura?
MAZAL: Fue papá el lector que me empujó a leer simplemente con el ejemplo. Porque él era híper lector. Amaba sobre todo la ciencia ficción, las novelas “de crimen y misterio,” como se decía por esos años (ahí entraban tanto las policiales como algunas simplemente de suspenso), y novelas históricas, sobre todo las relacionadas con las guerras mundiales. No sé si se leía muy alta literatura en casa, pero sí que había gran amor por la lectura.
Los momentos de remo en el Zaimán con mi padre no se relacionaban con la literatura, sino más bien con el placer de compartir el aire libre y puro de esas madrugadas, la naturaleza de las orillas, y una charla de a dos que el contexto facilitaba de una manera notable durante más o menos una hora cada mañana de remo, los dos solitos en el mundo. Quizá por eso se me grabaron tanto esas conversaciones que después reinventé para convertirlas en literatura y revivirlas al menos de esa manera.
NEACONATUS: Tu familia era culta, instruida, tu mamá profesora de matemática, tu papá un hombre leído, ¿se hablaba de libros y autores, de cine, música, arte?
MAZAL: Se hablaba de música, mi padre era amante del jazz, sobre todo de las grandes bandas (Artie Shaw, Count Basie, Duke Ellington, etc.) y las canciones de la época dorada de Hollywood. A mamá le gustaba mucho la música clásica. Se escuchaba bastante, quizá porque tuvimos la fortuna de no haber tenido TV durante el tiempo que cursé la primaria y secundaria. Así que también leíamos mucho. A la noche esa era la escena habitual, después de cenar: escuchar música y leer, y a veces comentar o recomendar alguna lectura. Y con mucha frecuencia se escuchaban las radios de onda corta (Radio Moscú, Radio Pekín, La Voz de las Américas, la BBC, etc.) que hacían emisiones en castellano, y siempre se generaban polémicas interesantes. Creo que sentíamos que eso nos abría al mundo. También el cine estaba presente, a todos nos gustaba. De adolescente yo iba a un cineclub en la biblioteca popular. Las artes plásticas no, salvo por mi hermana, a la que le gustaba el dibujo (después fue arquitecta). Mi madre siempre leía libros sobre matemáticas o ciencias de la educación, y con mi hermano menor en las épocas de olimpíadas matemáticas se entrenaban como atletas en problemas de ingenio, de esos que suelen ser inaccesibles para el resto de los mortales. Así que a veces también asomaba en esas noches familiares algún desafío matemático.
NEACONATUS: Sos ingeniero, ¿cómo se compatibiliza con la escritura de ficción? ¿Tenés una rutina de escritura?
MAZAL: Yo creo que la escritura de ficción no se relaciona ni mejor ni peor con ningún oficio o profesión en particular, y los caminos que conducen a la deliciosa afición a inventar historias son, como suele decirse, insondables, y a la vez muy arcaicos. Están disponibles en nuestra especie y uno solo tiene que empezar a recorrerlos, por el motivo que fuere, para darse cuenta de que, como decía creo que Herbert Read, cada artista no es una clase especial de persona, sino que cada persona es una clase especial de artista. La competencia narrativa está en todos nosotros, de una u otra manera la ejercemos con mayor o menor intensidad todos los días de nuestra vida, y la escritura de ficción es solo un aspecto de esa competencia que a algunos se nos da por desarrollar. En mi caso, el placer de inventar ficciones que sentía en mi niñez al inventar historietas, reapareció años después y fue ganándole el lugar a la escritura de poesía. En cierta forma, creo que fui sintiendo que a través del filtro de la ficción podía procesar mejor mis experiencias de vida y de lectura. Y la vivencia incomparable de inventar personajes y situaciones que van creciendo de una manera impredecible armando un mundo nuevo, es muy intensa. Sobre todo en la novela. En fin, primero la poesía y luego la prosa de ficción fueron salvadoras para mí, que quizá de haber estado obligado a vivir solo dedicado la ingeniería me hubiera vuelto loco.
Habitualmente no tengo una rutina de escritura ni escribo todos los días, salvo cuando estoy trabajando en una novela, en ese caso sí lo hago, de ser posible, cuatro o cinco horas por día, prácticamente todos los días. Cuando puedo, me encanta escribir a la mañana muy temprano. Es como si algo del orden del sueño quedara aún picando a esa hora, en el aire que te rodea, y uno puede todavía al menos rasguñar algo de esos espectros como material.
NEACONATUS: ¿Qué escritores te gustaron o influyeron, a cuáles admirás? ¿Qué leés actualmente?
MAZAL: Hay toda una galería. Desde Hemingway a Osvaldo Soriano, desde Juan José Saer hasta Ricardo Piglia, Kurt Vonnegut, Marguerite Yourcenar, Raymond Chandler, Felisberto Hernández, Clarice Lispector, Alejandra Pizarnik, César Aira, Flaubert, Pessoa, Juan Gelman o Joaquín Gianuzi . . . no soy fanático de nadie y amo a muchos. En cuanto a lecturas recientes, ando leyendo mucha historia política o económica (La Moneda en el Aire de Hora/Gerchunoff, Una Temporada en el Quinto Piso de Juan Carlos Torres, la trilogía Auschwitz de Primo Levi, etc.). De ficción lo último fue La Ciudad, de Mario Levrero, que es excelente. Y en relación con un texto novelesco en el que estoy trabajando, se me dio por acompañar esa escritura leyendo salteados fragmentos de Bouvard y Pecuchet de Flaubert, Esperando a Godot de Beckett, y El Buscón de Quevedo.
NEACONATUS: En tu novela Darwin Poeta hablás de los formalistas rusos. ¿Por qué creés que una corriente literaria tan importante se extinguió?
MAZAL: Bueno, en realidad el formalismo ruso se extinguió como grupo teórico-crítico por cuestiones políticas. Pero como manera de aproximarse a la literatura como objeto de estudio, el paradigma formalista continuó en el estructuralismo, primero checo y luego francés, gracias entre otras cuestiones a un lingüista impresionante como Roman Jakobson, que después de ser parte de ese grupo formalista ruso, participó en la escuela de Praga y luego trabajó con Levi Strauss. Hay todavía muchas cuestiones literarias, y discursivas en general, en las que la teoría y la crítica literaria siguen dialogando con el pensamiento y la praxis del formalismo ruso. Yo los trabajo en mi cátedra de Teoría Literaria. Y dos de esos formalistas fueron personajes de mi primera novela, así que mantengo con ellos una relación amorosa.
NEACONATUS: ¿Por qué en tu otra novela sobre Andresito la subtitulás “la risa bárbara”?
MAZAL: En esa novela, que se llama Andrés Vuelve, hay un epígrafe inicial, fragmento de un texto de Walter Benjamin que dice lo siguiente:
. . . la humanidad se prepara para sobrevivir, si es preciso, a la cultura. Y lo que resulta primordial, lo hace riéndose. Tal vez esta risa suene a algo bárbaro. Bien está.
Y el Andresito de mi novela es quien junto a Artigas y el ruso Bakunin fundan a principios del siglo XIX una tradición anarquista en esta zona, que con el tiempo incluiría en nuestra provincia a Horacio Quiroga y Macedonio Fernández. Y la risa caracteriza tanto a la filosofía macedoniana, en forma de carcajada filosófica, como a la risa bárbara de uno de los protagonistas de la novela, Danilo Espetun, en quien culmina esa filiación anarquista que reivindica la necesidad de una cierta barbarie que sea capaz de romper la cultura — el poder — dominante para generar lo nuevo.
NEACONATUS: ¿Cómo pensás la literatura misionera? Sobre todo, ¿en qué nivel con respecto a la producción de las otras provincias del NEA?
MAZAL: Hay mucha gente escribiendo en Misiones, a veces pareciera que hay más escritores que lectores. Creo que hay una movida poética interesante, sobre todo de poetas jóvenes, y quizá la prosa tenga menos originalidad en nuestra provincia, por lo que podríamos llamar “la maldición de Quiroga,” que parece condenar a muchos a escribir a su manera. De todas formas, creo que Misiones ya tiene una efervescencia literaria que no tiene nada que envidiar a las otras provincias del nordeste.
NEACONATUS: Existen una serie de sistemas de validación de los escritores en nuestra provincia: premios, reconocimiento de pares, ventas de ejemplares, descollar en concursos, entre otros. ¿Los estimás suficientes, o habría posibilidad de ampliar el abanico de estímulos y difusión a las nuevas generaciones? En todo caso, ¿qué se podría hacer en la esfera privada o estatal?
MAZAL: Los estímulos del estado son esenciales; por estos lares no hay ninguna tradición de mecenazgo, que en algo podría ayudar. Sirven tanto los premios como los concursos, en especial los que posibilitan la publicación. Considero, de todas maneras, que ciertas instancias de legitimación de textos y escritores en nuestra provincia, tanto estatales como privadas, en muchos casos no funcionan adecuadamente, tanto por basarse en la promoción de estereotipos “regionalistas” que se consideran representativos de lo misionero, como por cierta falta de rigor en cuanto a la evaluación de la calidad de los textos premiados o promovidos.
El síndrome Q
NEACONATUS: Misiones tuvo un escritor, Horacio Quiroga, que vivió un tiempo de naturaleza abigarrada, agreste, lejana, y salvaje que ya desapareció. Incluso la fama de Quiroga decayó estando él vivo, en sus los últimos años. Sin embargo, pareciera haber autores que continúan con ese modo de tratar el monte al escribir, o por lo menos con un estilo vecino al autor de El Almohadón de Plumas. ¿Vos creés que nos falta “matar al padre”?
MAZAL: Sí, claro, y ésa es una discusión que ya cansa de tan vieja: tanto la naturaleza como la cultura — incluidos el arte y la literatura — evolucionan mediante el cambio y la renovación. Aquellos que creen que reproducir estereotipos como el quiroguiano es la mejor manera de celebrar “lo nuestro” están profundamente equivocados. Y esa insistencia hace que, por momentos, parte de nuestra narrativa se asemeje a una ristra de variaciones sobre los textos de Quiroga. Quizá en muchos escritores falte recorrer un espectro más amplio y rico de lecturas, pero en eso creo que el sistema educativo en general no colabora, al reproducir estereotipos como el mencionado.
NEACONATUS: Por último, los escritores suelen ser remisos a confesar sus proyectos, o si hay unos capítulos “en producción,” pero nos atrevemos a preguntarte, ¿estás escribiendo una obra? y si es así, ¿nos podrías dar el tema, y si tenemos que esperar mucho tiempo para su publicación?
MAZAL: Sí, siempre estoy escribiendo algún relato. En general empieza con un borrador que suele dejarme bastante insatisfecho y lo dejo por ahí como una primera escritura. Después de un tiempo, por algún motivo, se ve que algo adentro de uno sigue trabajando y entonces aparece alguna súbita vuelta de tuerca que no sé de dónde viene, pero que me permite retomar el texto y redondearlo, a veces con cambios sustanciales, y suele terminar ahí la cosa. Tendría que armar un libro de cuentos, pero no me dan muchas ganas, sé que voy a querer corregir de nuevo cada cuento, y me asusta esa perspectiva. Preferí emprender mi cuarta novela, que tiene que ver con la vejez y la muerte, pero a la manera de las novelas picarescas. O, mejor dicho, si sale bien sería una especie de película de carretera, en la que un par de viejos (como imágenes pienso en Bouvard y Pecuchet, o en Vladimiro y Estragón) recorren los caminos huyendo de algo. Qué sé yo si llegará a ser novela. Escribí unas veinte páginas y paré, está en estado latente ahora, ando consultando de nuevo a las musas, que por ahora guardan silencio.
En cuanto a eventuales publicaciones, tengo terminada una tercera novela inédita, que tiene que ver con “la muerte del padre,” literalmente. La dejé añejándose en la compu el año pasado y estoy por revisarla por enésima vez. Los dioses dirán . . .
Originalmente publicado en NEACONATUS. Reeditado para Misiones Cultural.