Después de mirar “El Secreto de sus Ojos”

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Después de mirar

El artis­ta espa­ñol Alber­to Lago vio la pelí­cu­la “El Secre­to de sus Ojos” cuan­do ésta lle­gó a Espa­ña — país que la copro­du­jo — en 2009, su año de estreno. Escri­bió esta rese­ña poco des­pués de hacer­lo, des­ta­can­do el inge­nio de la cin­ta diri­gi­da por Juan José Cam­pa­ne­lla y pre­di­cien­do, para sus aden­tros, las chan­ces hol­ga­das que tenía en la carre­ra hacia los Óscar, pre­mio que ter­mi­nó ganan­do en la cate­go­ría de Mejor Pelí­cu­la Extran­je­ra. Deci­dió com­par­tir­la con Misio­nes Cul­tu­ral como una retros­pec­ti­va de lo que sig­ni­fi­có este gran logro artís­ti­co, de carác­ter tan nacio­nal como inter­na­cio­nal.

Billy Wil­der afir­ma­ba que hacía pelí­cu­las con el úni­co fin de entre­te­ner al espec­ta­dor. Par­tien­do de esta pre­mi­sa, nos dejó para nues­tro delei­te un puña­do de obras maes­tras. Curio­sa­men­te — o no tan­to — su cine se aso­cia con la come­dia, pero creó algu­na de las con­si­de­ra­das mejo­res pelí­cu­las del cine negro, como por ejem­plo Per­di­ción o Tes­ti­go de Car­go. Tam­bién fue capaz de con­mo­ver­nos con pelí­cu­las que, sin ser dra­má­ti­cas, con­tie­nen algu­nos de los mejo­res ingre­dien­tes del dra­ma, como la deli­cio­sa El Apar­ta­men­to.

Esta­mos, pues, ante un crea­dor total; uno que tras­cien­de géne­ros, hace­dor de un cine genuino, enemi­go de lo explí­ci­to, sin más pre­ten­sio­nes que hacer una bue­na pelí­cu­la par­tien­do de un buen guión. Estas carac­te­rís­ti­cas son las que con­tie­ne la pelí­cu­la de Juan José Cam­pa­ne­lla, El Secre­to de sus Ojos, una pelí­cu­la con una pues­ta en esce­na sin con­tem­pla­cio­nes, por momen­tos deli­ran­te; don­de la tra­ge­dia se ocul­ta sutil­men­te detrás de lo “absur­do” para bro­tar más ade­lan­te con un vigor pun­zan­te. Tam­bién abor­da inte­li­gen­te­men­te la épo­ca que se está vivien­do, pero sin posi­cio­na­mien­tos, no per­mi­tien­do que el espec­ta­dor que­de atra­pa­do por el mis­mo; y con­tie­ne las carac­te­rís­ti­cas del mejor cine negro, en el cual la tra­ma no se resuel­ve has­ta el final — o, al menos, no que­re­mos reso­ver­la, pues hay tan­tas y tan inten­sas emo­cio­nes en jue­go que algu­na hay que ele­gir, y qui­zá el deseo sea la más inten­sa de todas.

Cuen­ta, ade­más, con unos acto­res en ver­da­de­ro esta­do de gra­cia. Sería injus­to recal­car la actua­ción de Ricar­do Darín (pero da la sen­sa­ción de que, si le qui­ta­mos el soni­do a la pelí­cu­la, le enten­de­ría­mos igual); todo es riquí­si­mo en mati­ces: ges­tos, expre­sio­nes, mira­das. Una rea­li­za­ción magis­tral, con suti­les movi­mien­tos de cáma­ra y ángu­los inno­va­do­res que nos per­mi­ten ser cons­cien­tes del momen­to en que esta­mos vivien­do — qui­zá la úni­ca refe­ren­cia que nos hace ser cons­cien­tes del “hoy.” Con una foto­gra­fía exqui­si­ta de luces y som­bras e inti­mis­ta, de pla­nos pro­fun­dos que enfa­ti­zan los momen­tos cla­ves de la pelí­cu­la, se podría decir que El Secre­to de sus Ojos está tan bien logra­da que no resul­ta ser sólo una pie­za cine­ma­to­grá­fi­ca admi­ra­ble, sino más bien algo más que cine.