Napoleón y su improbable retorno

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"El joven Napoleón Bonaparte estudiando en la academia militar de Brienne-le-Chateau, Francia, aprox. 1709," por Jacques Marie Gaston Onfroy de Bréville, alias Job (1908)

La ame­na­za que supo­nía la pre­sen­cia y expan­sión de Napo­león Bona­par­te para los pode­res anti­guos de Euro­pa hizo que en 1814 el líder mili­tar y exem­pe­ra­dor fue­ra obli­ga­do a abdi­car y exi­liar­se for­zo­sa­men­te en la peque­ña isla de Elba, don­de, para pla­car sus ansias, se le fue dada la liber­tad de gober­nar y tener bajo su coman­do un peque­ño gru­po de mili­ta­res. Duran­te su tiem­po en la isla, Napo­león intro­du­jo bas­tan­tes refor­mas pro­gre­sis­tas, dise­ña­das para mejo­rar la cali­dad de vida de los habi­tan­tes. Sin embar­go, y a pesar de su éxi­to, la Fran­cia que algu­na vez gober­nó se rehu­sa­ba a dejar su men­te. Apro­ve­chó los esca­sos pri­vi­le­gios que se les fue­ron dados — para alguien como él — y con­ven­ció a sus alia­dos de asis­tir­lo en un retorno triun­fal a Fran­cia, cosa que logró el 20 de mar­zo de 1815, tan solo nue­ve meses des­pués de ser exi­lia­do, para inau­gu­rar el perío­do que hoy se cono­ce como los “Cien Días,” pues su rei­na­do res­tau­ra­do sólo logró durar un poco más que ese tiem­po. Las poten­cias euro­peas tra­di­cio­na­les habían desa­rro­lla­do tan­to odio por su per­so­na que pusie­ron todos sus recur­sos sobre la mesa para derro­tar­lo: al menos 800 mil hom­bres fue­ron envia­dos por una gran coa­li­ción euro­pea coman­da­da por los aris­tó­cra­tas de la épo­ca en un enfren­ta­mien­to con­tra, apro­xi­ma­da­men­te, 300 mil sol­da­dos napo­leó­ni­cos. Al per­der, Napo­león fue exi­lia­do nue­va­men­te, pero a San­ta Hele­na, otra isla más remo­ta. Eso sí: el sus­to que le pegó a la aris­to­cra­cia pudo haber­se sub­sa­na­do tem­po­ral­men­te, pero los días de las vie­jas monar­quías esta­ban con­ta­dos.