El silencio ayuda
a no estar petrificado;
mi cabeza se guarda,
se reprime y llora, grita,
aletea, palpita, y bombea.
El silencio ayuda
a que mi diamante siga brillando;
a que mis ojos observen cerca
anhelando, suspirando, y disfrutando;
viajando, y conociendo, llegando.
El silencio ayuda
a que no se escapen los insectos de mi caja.
Ellos saben
y callan, lastiman, abandonan
huyen, y fallan, y usan.
El silencio ayuda
a no ahogarme
y yo lo ayudo
mientras lo mantengo vivo.
Sobre el autor:
G.I. Chidichimo es un escritor misionero actualmente radicado en Posadas.