Ayer se llevaron a cabo las elecciones parlamentarias de Cuba, destinadas a elegir a las personas que representarán a cada municipio y organización dentro de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el máximo órgano de decisión a nivel nacional y del cual dependen los demás poderes del Estado. A diferencia de la mayoría de los demás países, Cuba sigue un sistema en el que los propios vecinos pueden nominarse entre sí en diferentes comitivas vecinales designadas para ello. Estos candidatos son después elegidos a nivel municipal (las elecciones municipales se llevaron a cabo en noviembre pasado) y, para cuando llega el momento de las elecciones para la Asamblea Nacional, los elegidos a nivel municipal ya se habrán puesto de acuerdo por los candidatos a nivel nacional, por lo que la proporción candidato-escaño es de 1:1, es decir, hay un escaño en la Asamblea Nacional por cada candidato. A partir de allí, y aunque perfectamente cada uno puede ocupar un escaño, se lleva adelante otra elección más para confirmar, más allá de cualquier duda, el apoyo que posee cada candidato. Son estas elecciones las que se celebraron ayer. Cada candidato debió alcanzar el 50% de los votos (frente a las abstenciones; este año la participación subió) para acceder oficialmente a un escaño de la Asamblea, que tiene reservados el 50% de sus escaños para representantes municipales y el otro 50% para representantes de diferentes organizaciones sociales dedicadas a la cultura, a diferentes profesiones, y a diferentes demografías. De no alcanzarlo, debe ir a un ballotage. Sin dudas interesante la forma en la que se manejan los demás sistemas democráticos.