El optimismo de la voluntad: Entrevista a Gricelda Rinaldi

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Encabezado de la entrevista a Gricelda Rinaldi: Una fotografía de la artista sobre una caja de luz dorada
(Foto: Luciano Piccilli)

En esta espe­cial entre­vis­ta con NEACONATUS, la reco­no­ci­da artis­ta tea­tral, docen­te, y ges­to­ra cul­tu­ral argen­ti­na Gri­cel­da Rinal­di apor­ta valio­sas refle­xio­nes per­so­na­les sobre el mun­do del arte y, más espe­cí­fi­ca­men­te, el mun­do del tea­tro infan­til. ¿Por qué los niños son tan dis­cri­mi­na­dos en el tea­tro, no pudien­do par­ti­ci­par tan­to como los adul­tos y sien­do obje­to de, gene­ral­men­te, las obras menos crea­ti­vas y más comer­cial­men­te apa­ci­bles? Exis­te una cla­ra dis­cri­mi­na­ción inter­ge­ne­ra­cio­nal y una cla­ra línea que divi­de y obs­ta­cu­li­za varias par­tes del pro­ce­so crea­ti­vo nece­sa­rio para ges­tio­nar even­tos cul­tu­ra­les, tan­to en el cam­po infan­til como en el cam­po más gene­ral: el nacio­nal, atra­pa­do entre polí­ti­cas esta­ta­les insu­fi­cien­tes y un fede­ra­lis­mo que, en la prác­ti­ca, no encuen­tra lugar para un res­pi­ro que le per­mi­ta levan­tar­se y asen­tar­se. Pero Rinal­di está lejos de ren­dir­se: su pasión lo pue­de todo.

NEACONATUS: Per­te­ne­cés a la selec­ción (val­ga la refe­ren­cia fut­bo­lís­ti­ca) que ha logra­do tras­cen­der con su expre­sión artís­ti­ca más allá de los lími­tes de Misio­nes y el NEA. Has lle­va­do tu arte — lo tea­tral y la narra­ti­va oral — por toda Ibe­ro­amé­ri­ca y has­ta luga­res tan leja­nos como Marrue­cos. ¿Sen­tís que tocas­te un techo, o aún exis­te en vos un afán de bús­que­da per­sis­ten­te? ¿Algu­na cuen­ta pen­dien­te?

GRICELDA RINALDI: La pre­gun­ta me lle­va a una esce­na, que es la siguien­te: yo, a los seis años, para­da enci­ma de una mesa de gra­ni­to rojo en la gale­ría de una caso­na vie­ja. Estoy inter­pre­tan­do una can­zo­net­ta en un coco­li­che apren­di­do de mi abue­lo ita­liano. Mi pri­mer públi­co cau­ti­vo, mi abue­lo y mi abue­la gri­tan­do y aplau­dien­do: ¡Sei bra­vis­si­ma pic­co­li­na, che bene gran­de e gros­sa! (“¡Sos tan bue­na, peque­ña! ¡Qué bue­na, gran­de, y gro­sa!”). Con seme­jan­te estí­mu­lo amo­ro­so y estri­den­te, a los seis años yo ya tenía muy cla­ro dos cosas: que la feli­ci­dad tenía for­ma de actua­ción y que debe­ría bus­car­la per­sis­ten­te­men­te.

Nun­ca he creí­do lo de los techos, ni en mí, ni en nadie. Me da entre risa y ter­nu­ra la gen­te que a poco de andar ya cree que lle­gó a la cima. Por lo tan­to, como no creo haber lle­ga­do a nin­gún techo, ten­go mucho por apren­der. Me encan­ta­ría ser más joven para poder seguir apren­dien­do de la gen­te tan valio­sa que anda por el mun­do. 

NEACONATUS: Fuis­te dis­tin­gui­da por la Can­ci­lle­ría Argen­ti­na como refe­ren­te cul­tu­ral entre unas dos mil per­so­nas, jun­to a 160 impor­tan­tes crea­do­res de dife­ren­tes dis­ci­pli­nas artís­ti­cas. ¿Lo pro­ce­sás como una com­pen­sa­ción estra­té­gi­ca, o el resul­ta­do de un pro­ce­so arduo y beli­ge­ran­te?

RINALDI: Estoy muy hon­ra­da por haber sido selec­cio­na­da, más aún por­que com­par­to esta dis­tin­ción con muchos artis­tas a los que quie­ro y valo­ro. Pien­so que es un reco­no­ci­mien­to a la tarea y lo agra­dez­co enor­me­men­te.

NEACONATUS: Duran­te mar­zo se cele­bró el Día Mun­dial del Tea­tro, que coin­ci­de con el reco­no­ci­mien­to al tea­tro para las infan­cias. ¿Por qué una dimen­sión con­si­de­ra­da siem­pre para “adul­tos,” como el tea­tro, hoy conec­ta con “cosas para chi­cos”? ¿Con­si­de­rás que exis­tió una dis­cri­mi­na­ción inter­ge­ne­ra­cio­nal?

RINALDI: El tea­tro exis­te des­de tiem­pos remo­tos. Fue cam­bian­do sus for­mas, pero fun­da­men­tal­men­te sigue sien­do ese ritual de con­vi­vio entre la esce­na y el públi­co. Hace muchos años atrás, no se admi­tían muje­res en la esce­na y los hom­bres se tra­ves­tían para hacer los pape­les feme­ni­nos. En la déca­da del ’40, en las escue­las de Argen­ti­na, duran­te las fies­tas esco­la­res, las niñas casi no for­ma­ban par­te en las actua­cio­nes, y si lo hacían, se les daba par­la­men­tos bre­ves. Su inter­ven­ción era míni­ma. Hay mucha biblio­gra­fía que tes­ti­mo­nia este hecho. Con lo cual pien­so que, si bien las efe­mé­ri­des sir­ven para poner en la agen­da un hecho, no nece­sa­ria­men­te impli­can pro­ble­ma­ti­zar las prác­ti­cas en torno al mis­mo. Antes de hablar del tea­tro para las infan­cias, debe­ría­mos hacer un reco­rri­do sobre el lugar que las infan­cias fue­ron ocu­pan­do en la socie­dad a lo lar­go de la his­to­ria. Eso sería arduo y lar­go, pero me pare­ce impor­tan­te que pudié­ra­mos refle­xio­nar en la actua­li­dad — Con­ven­ción median­te — sobre los niños y niñas como suje­tos de dere­chos, el psi­co­aná­li­sis, las polí­ti­cas públi­cas “pro­gre­sis­tas,” y tan­to más; sobre cuán­to se ha trans­for­ma­do en las pro­duc­cio­nes des­ti­na­das a niños y niñas.

A veces ten­go la sen­sa­ción que en los años ’80 ó ’90 había una enor­me pro­duc­ción de obras de tea­tro pen­sa­da para las infan­cias, que, si bien con­vi­vían con lo comer­cial, eran inno­va­do­ras y de alta cali­dad artís­ti­ca. De todo ese uni­ver­so de direc­to­res, dra­ma­tur­gos, artis­tas ha que­da­do muy poco y no veo hoy pro­pues­tas que hayan supe­ra­do ese lega­do. A su vez, y cuan­do aún el tea­tro lla­ma­do “para las infan­cias” debe hacer una fuer­te auto­crí­ti­ca, irrum­pen en agen­da las pro­pues­tas para pri­me­ras infan­cias, que se diri­gen a un públi­co que va de 6 meses a 3 años.

En nues­tro país, esa línea tuvo sus ini­cios hace vein­te años atrás, con una bús­que­da res­pe­tuo­sa. Des­pués hubo un impas­se y des­de hace algu­nos años apa­re­ce nue­va­men­te. Todo esto suce­de en un sis­te­ma capi­ta­lis­ta don­de el mer­ca­do, de repen­te, des­cu­bre que las infan­cias son un intere­san­te nodo de con­su­mo al que ade­más es polí­ti­ca­men­te correc­to ven­der­le arte. En este con­tex­to, las artes escé­ni­cas para las infan­cias, que, a mi modo de ver, siguen con­fi­gu­rán­do­se y nece­si­tan ser revi­sa­das, pro­ble­ma­ti­za­das, están en ries­go otra vez (¡Bin­go!) de caer en pro­duc­cio­nes fáci­les, exen­tas de pen­sa­mien­to, en las que con cin­co accio­nes enmar­ca­das en un ambien­te cui­da­do visual y sono­ra­men­te ya somos espe­cia­lis­tas en pri­me­ras infan­cias. Y otra vez niños y niñas se con­vier­ten en un públi­co cau­ti­vo de un derro­te­ro que pare­ce no dete­ner­se a pen­sar sobre lo que esta­mos hacien­do. La infan­cia atra­pa­da entre el mer­ca­do, la nece­si­dad de tra­ba­jo por par­te de los artis­tas, el opor­tu­nis­mo de cier­tas polí­ti­cas de Esta­do, y la fal­ta de pro­fe­sio­na­lis­mo. Aún en este esce­na­rio apo­ca­líp­ti­co hay gen­te bella hacien­do cosas bellas.

NEACONATUS: En Argen­ti­na se cons­tru­yó la fala­cia de una pro­duc­ción artís­ti­ca (tea­tral, lite­ra­ria, audio­vi­sual, etc.) que baja­ba línea des­de Bue­nos Aires ante una supues­ta subor­di­na­ción crea­ti­va de las pro­vin­cias. Pare­ce que se dio vuel­ta la tor­ti­lla. ¿Por qué?

RINALDI: Bueno, no estoy de acuer­do con que eso sea una fala­cia. Bue­nos Aires es una de las ciu­da­des más tea­tra­les que yo conoz­co, con un altí­si­mo núme­ro de salas de tea­tro y pro­duc­cio­nes tea­tra­les. A su vez, tie­ne un públi­co con­su­mi­dor de tea­tro poco vis­to en otras ciu­da­des del mun­do. Eso no se pue­de negar. Gran­des maes­tros en los que hemos abre­va­do muchos artis­tas que lue­go fue­ron a otros luga­res del país. A su vez, en casi todas las pro­vin­cias hubo y habrá tea­tro.

Per­so­nal­men­te me for­mé en Bue­nos Aires y lue­go vine a Misio­nes, don­de jun­to a otros artis­tas y fui apren­dien­do otras for­mas, otras esté­ti­cas. Con algu­nas me sien­to más cómo­da que con otras. Sí me pare­ce urgen­te y fun­da­men­tal que haya fede­ra­li­za­ción en cuan­to a la for­ma­ción en las Artes Escé­ni­cas. En ese aspec­to pien­so que hay des­fa­sa­je en cuan­to a los nive­les de for­ma­ción. Hay una diver­si­dad de len­gua­jes en los cua­les for­mar­se que no están bien dis­tri­bui­dos.

No creo que se haya dado vuel­ta nin­gu­na tor­ti­lla, y nun­ca me sen­tí subor­di­na­da en lo crea­ti­vo. A su vez, cuan­do pien­so en el arte, no soy adep­ta a la exal­ta­ción de lo “local.” ¿Cómo hablar de “lo local” cuan­do vivo en una pro­vin­cia lle­na de mati­ces sono­ros, cul­tu­ra­les, visua­les, en la que me mara­vi­lla jus­ta­men­te esa rique­za?

Vivo acá hace 35 años y cada vez que pro­duz­co una obra soy una artis­ta que­rien­do hacer lo mejor con todo lo apren­di­do. No me impon­go temá­ti­cas, sino algo con lo cual emo­cio­nar y hacer pen­sar des­de mi viven­cia acá — pero con posi­bi­li­dad de lle­gar a otros luga­res. Para mí eso es el tea­tro. Me moles­ta cuan­do me piden que pro­pon­ga una obra o cuen­to para defen­der valo­res o que ten­ga que ver con la región. Creo que es empo­bre­cer al arte.

NEACONATUS: Pero pare­cie­ra que esta dua­li­dad fede­ral tam­bién se ali­men­tó endó­ge­na­men­te en cada región. Duran­te tu carre­ra, ¿per­ci­bis­te exclu­sio­nes entre cla­nes o tri­bus loca­les?

RINALDI: ¡Ja! Tri­bus hay en todas par­tes. A veces por des­co­no­ci­mien­to o mie­do exclui­mos o nos exclu­yen. Men­ti­ría si digo que algu­na vez no expe­ri­men­té eso de “no tener cien años misio­ne­ros” o del mal­tra­to gra­tui­to. Pero noble­za obli­ga decir que esta pro­vin­cia ha sido tre­men­da­men­te gene­ro­sa con todo lo que qui­se hacer. No se cómo hubie­ra sido en otros luga­res, pero acá pude y pue­do hacer muchas cosas con las cua­les me sien­to orgu­llo­sa y feliz. Tam­bién frus­tra­da por otras veces en las que no me per­mi­tie­ron hacer­las. No obs­tan­te, ten­go un enor­me agra­de­ci­mien­to a todas las per­so­nas que me toma­ron la mano y habi­li­ta­ron una idea mía para mate­ria­li­zar­la como bien de muchos. Obvia­men­te que el hacer tan­to hace que el camino muchas veces no se te alla­ne, sino todo lo con­tra­rio. Cosas inen­ten­di­bles. Pero ahí hay que tra­ba­jar con el ego y saber que hay tiem­pos y que hay que saber espe­rar la oca­sión. Ser ges­to­ra cul­tu­ral y artis­ta es haber apren­di­do el arte de la frus­tra­ción.

NEACONATUS: Creas­te y/o ges­tio­na­do des­de Misio­nes algu­nos de los encuen­tros cul­tu­ra­les más impor­tan­tes del país. ¿Podrías men­cio­nar­los?

RINALDI: Como decía la Tía Cle­men­cia hablan­do de sus novios, tuve muchos y a todos los sigo que­rien­do . . . Cla­ro que hablo de los encuen­tros cul­tu­ra­les.

No diría los más impor­tan­tes, no me gus­tan esas cate­go­rías de “el pri­me­ro,” “el úni­co,” “el más impor­tan­te.” Fue­ron ideas, algu­nas mejo­res que otras. Varias tras­cen­die­ron la pro­vin­cia y ten­go que reco­no­cer que no fal­ta­ron las peque­ñas y valio­sas.

En los ’90 las ludo­te­cas en las pla­zas o en la Baja­da Vie­ja con cien­tos de niños, niñas, y maes­tras. Des­pués la Cos­ta­ne­ra, ins­ta­lan­do el Día del Jue­go. Des­de el Esta­do los Foros de LIJ, Fes­ti­va­les, y un Con­gre­so que que­dó en la memo­ria de muchos. El Fes­ti­val Tutú Maram­bá, que tuvo 14 edi­cio­nes y fue de carác­ter inter­na­cio­nal, y el Con­gre­so Terri­to­rios para Pen­sar las Infan­cias, fue­ron, debo decir, los que que­da­ron ins­ta­la­dos en la agen­da a nivel nacio­nal e inter­na­cio­nal. Fue­ron even­tos que sem­bra­ron pen­sa­mien­to en las per­so­nas y eso me hace sen­tir bien. Lamen­ta­ble­men­te ya no se rea­li­zan.

En el 2022 hici­mos la pri­me­ra edi­ción de un fes­ti­val peque­ño al que esta­mos ate­so­ran­do y que este año vuel­ve, que es el Fes­ti­val de Artes Escé­ni­cas para Infan­cias Kunu­mi. Y en febre­ro de este año nació audaz­men­te el Fes­ti­val de Escue­la de Espec­ta­do­res: Línea Infan­cias. Ambos rea­li­za­dos con el gru­po Ton y Son y el gru­po Kunu­mi.

NEACONATUS: La feli­ci­dad — dijis­te en una nota — está liga­da a la emo­ción del encuen­tro amo­ro­so con la pala­bra. ¿Podrías con­tar­nos sobre este pare­cer? Te pre­gun­ta­mos por­que el mun­do moderno bus­ca la feli­ci­dad en bie­nes mate­ria­les o en otros ámbi­tos, y no, jus­ta­men­te, en la pala­bra.

RINALDI: Yolan­da Reyes dice que todo comien­za en una habi­ta­ción, una luz tenue, y una per­so­na adul­ta rega­lán­do­le las pri­me­ras pala­bras a ese bebé que aca­ba de venir al mun­do. Ella lo lla­ma “trián­gu­lo amo­ro­so.” Bor­ges se figu­ra­ba el paraí­so bajo la espe­cie de una biblio­te­ca. Mi abue­la, que era casi anal­fa­be­ta, me ense­ñó que no hay nin­gu­na pena en el mun­do que no se pue­da curar con una bue­na con­ver­sa­ción. No sé si exis­te la feli­ci­dad, ni tam­po­co muy bien qué es exac­ta­men­te, pero sí pue­do decir que la lite­ra­tu­ra, en todas sus for­mas, las his­to­rias, una char­la de café, una bue­na dis­cu­sión, y tan­to más, me han ser­vi­do como escu­do con­tra los mie­dos y des­con­sue­los y me han lle­va­do a otros terri­to­rios.

Es ver­dad, vivi­mos en un mun­do don­de el mer­ca­do ven­de “feli­ci­dad” en for­ma de obje­tos y con­su­mos. Pero, como algu­na vez dijo la enor­me Gra­cie­la Cabal, y me iden­ti­fi­co ple­na­men­te con su pen­sa­mien­to: “Per­te­nez­co a una gene­ra­ción que cre­yó que la feli­ci­dad era posi­ble. Que era posi­ble el cam­bio y la ale­gría. Y que los libros (y quien dice libros, dice pala­bras) iban a ayu­dar al cam­bio. Con Sar­tre, con Grams­ci, per­te­nez­co a una gene­ra­ción que cre­yó que era posi­ble la expan­sión del cam­po de lo posi­ble.” Y que aho­ra sigue actuan­do como si lo cre­ye­ra, con “el pesi­mis­mo de la razón y el opti­mis­mo de la volun­tad.”

Ori­gi­nal­men­te publi­ca­do en NEACONATUS el 31 de mar­zo de 2023. Reedi­ta­do para Misio­nes Cul­tu­ral.