Después de afirmar lo contrario, ayer el principal partido político opositor de Australia, el Partido Liberal, dijo que haría campaña en contra de la realización de un referéndum para decidir si expandir o no el reconocimiento legal de los diferentes grupos de pueblos originarios de Australia. La noticia fue recibida como un baldazo de agua fría para ellos y sus aliados, que desde hace muchos años exigen formalmente una ampliación de sus derechos y una mejoría en su calidad de vida, que, de acuerdo con la agencia Reuters, es mucho menor en comparación a los de los australianos descendientes de los conquistadores. La aprobación y eventual organización de un referéndum que reconociera constitucionalmente la existencia de los pueblos sería un comienzo, pero sin embargo todo parece indicar que no sucederá. “Es un día triste para el país,” dijo el líder indígena Noel Pearson, comparando a la decisión con la traición de Judas. Australia, que antiguamente actuaba como una colonia formal de Reino Unido y actualmente lo hace también, solo que no oficialmente, y comparte monarca con los ingleses, tiene un historial bastante preocupante con respecto a los derechos indígenas similar al “lucido” por países con similares pasados, como Canadá. El movimiento en pos del reconocimiento de los aborígenes australianos es uno bastante importante en el país, incluso habiendo adoptado su propia bandera en 1995 (arriba), un símbolo que busca representar un futuro en el que el país no esté ya bajo las garras del colonialismo inglés y que fue, irónicamente, adoptado como bandera nacional alternativa. Pero dotar a las comunidades indígenas de derechos requiere más esfuerzo que una simple decisión administrativa, por lo que habrá que esperar un poco más.