Te juro que todas las vidas han sido mías,
las del rocío en un campo perdido
y las de veredas en carne viva.
Que tuve en la piel insectos salvajes
muriéndose de melancolía,
canarios volando y lluvias frías.
Pasaron las luces y en otros ojos
me vi dormida, mesas de otros
y la pimienta siempre fue mía.
Todos los brazos que fui enlazando
tuvieron alas, nada les debo,
nada me queda, nada me falta.
Aquellos temores por ir de prisa
los fui perdiendo.
Caídas, encuentros, heridas, besos,
todo en mi cuerpo
recién nacido
para un te quiero.