De ahora en adelante solo debo usar zapatillas, me dijo el médico. Zapatillas con suelas blandas, lo más cómodas posibles. Así que, por más que no quiera, hago el esfuerzo de salir de casa e ir hasta la zapatería más cercana. Entro y pido unas zapatillas a la joven vendedora.
“¿De qué tipo?” pregunta ella.
Yo no contesto. No entiendo la pregunta. Unas zapatillas, nada más. Cualquiera.
“Tenemos para correr, para trekking, ¿o las necesita para algún deporte en especial?”
“Solo para caminar, por favor.”
“Acompáñeme entonces,” dijo, con voz amable.
La vendedora camina rápido. Yo trato de apurar el paso, pero la pierna apenas me responde. Con una seña me indica una hilera de estantes.
“¿Qué número tiene?” pregunta.
No lo sé. No lo recuerdo. Me miro los pies, como buscando una respuesta.
“Debe ser un cuarenta y cinco,” dice, y se va.
Yo no la sigo. Ella busca dentro de algunas cajas y vuelve con dos pares de colores fosforescentes. No me gusta ninguna. Me digo que tal vez sería mejor dejar todo esto y volver a casa.
“Pruébese éstas,” dice, dejándolas sobre un banco.
Cuando quiero decirle que preferiría unas negras, ella ya no está. Miro por sobre los estantes. No la veo. Decido buscar por mi cuenta. Camino hacia el fondo del local. Después de la parte de hombres siguen el de las mujeres. Hay zapatos con tacos y más allá está lleno de sandalias. Se ve un poco desordenado. No sé por qué pienso que tal vez, de una forma u otra, haya un orden oculto en todo ese caos. Al final del pasillo llego a la parte de los niños. Hay dibujos en las columnas y zapatitos de todos los colores. Agarro uno rosado. Tiene flores amarillas en la punta y a los costados. Me siento en uno de los bancos. No sé por qué lo hago. Miro el pequeño zapato con atención. Es número veintiuno y caben en la palma de mi mano. Entonces lo recuerdo: volvíamos de las montañas. Íbamos discutiendo y la niña lloraba atrás. De repente un golpe y . . . el silencio, y las cosas que flotan en el aire y que se mueven, como en cámara lenta.
Ya no hay vuelta atrás. Sé que debo volver a casa lo antes posible.
Sobre el autor:
Javier Rosenberg es un profesor de música y escritor argentino, actualmente radicado en Puerto Rico, Argentina. En el 2009 participó en el proyecto Sharazad Geschichten fürs Leben organizado por la Comunidad Europea y apoyado por el Liprom (Sociedad para la Promoción de la Literatura de África, Asia y América Latina), conjuntamente con el Instituto Cervantes de Alemania. En 2019 publicó la antología “Después del Vacío,” distribuida por la Editorial Abrazos.