Bibliodiversidad: “Del podcast al texto digital”. Osvaldo Mazal

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Osvaldo Mazal; Bibliodiversidad; NEACONATUS; poesía

Ori­gi­nal­men­te publi­ca­do en NEACONATUS el 26 de julio de 2023.

1

Usted dirá: otra vez
la poe­sía.
Otra vez un poe­ma
sobre la poe­sía.
y no. No voy a escri­bir
un poe­ma sobre la poe­sía.
Sobre la poe­sía
no hay nada.
Y deba­jo tam­po­co.
Sólo hay poe­sía
en la poe­sía.
O; mejor: hay poe­sía
en la poe­sía,
en el mun­do
y en el amor.
El mun­do hace las cosas,
no hace poe­sía.
Lo que podría que­rer decir
que sólo el amor es capaz
de hacer poe­sía
sobre la poe­sía,
y tam­bién deba­jo.
Y éste, por supues­to,
es un poe­ma de amor.
Y el amor está por enci­ma
Pero tam­bién por deba­jo
De la poe­sía
(de esta poe­sía),
y jamás la aho­ga,
por­que res­pi­ra, en algu­nos casos
ella, la poe­sía
por los hue­qui­tos que en la nada
abren los poe­mas de amor,
Como éste, por supues­to,
Que es un poe­ma de amor,
Y te res­pi­ra
A vos que sos la poe­sía
Para este poe­ma
Que, por supues­to,
Es un poe­ma de amor.

2

No se pue­de escri­bir sobre calien­te, dicen,
el arte así siem­pre se derri­te,
se cha­mus­ca, se que­ma.
En el frío no se con­ge­la, dicen,
sino que se man­tie­ne, se con­vier­te
en clá­si­co. El arte, dicen.
Es alta­men­te reco­men­da­ble, enton­ces,
la más baja tem­pe­ra­tu­ra posi­ble en la escri­tu­ra
para pro­du­cir clá­si­cos.
Aho­ra, ¿quién quie­re escri­bir
un clá­si­co sobre vos?
¿Quién quie­re el frío en vos,
y vos en el frío?
¿Quién quie­re cons­truir la memo­ria hela­da
de una foga­ta amo­ro­sa?
¿O ver­nos nadan­do quie­tos
como un ballet de esta­lac­ti­tas?
¿Quién quie­re ver volar mari­po­sas
de escar­cha, dor­mir en un free­zer
reple­to de tuli­pa­nes per­fec­tos,
Quién quie­re con­ser­var nues­tra san­gre que hier­ve
en cube­te­ras de cris­tal?
Qui­zás haya una tem­pe­ra­tu­ra per­fec­ta
Para la escri­tu­ra;
segu­ro no es la de nues­tros cuer­pos
que en este momen­to sólo son capa­ces
de derre­tir mi arte,
de cha­mus­car­lo, de que­mar­lo.
Y hay más fue­go en ese humo
que en cual­quie­ra de mis ver­sos.
Y, a pesar de todo, aquí sigo escri­bien­do,
solo para dejar cons­tan­cia
de esa situa­ción.

3

Ven­go de tu sue­ño
a este insom­nio
Ven­go de tu piel
a este papel, a esto blan­co
que cre­ce, que pare­ce
sóli­do, real más que la vida,
lim­pio como nues­tra tris­te­za,
segu­ro como tu per­fil incier­to
que mis ojos cons­tru­yen
igual a vos, aquí,
tan lejos de vos, a la mis­ma dis­tan­cia
de tus besos impo­si­bles,
Con el sabor ajeno del res­to
de tu cuer­po,
con el sabor amar­go del res­to de tu amor
que no se da como no se dan
algu­nas flo­res en invierno,
en infierno,
esa esta­ción en la que me deten­go
cada vez que no estás
y a veces cuan­do estás.
Cuan­do estás en mi como el aire en el aire

4

Cuan­do des­pier­te cada noche
en mitad de un sue­ño.
Cuan­do sue­ñe cada día
en mitad de un recuer­do.
Cuan­do las cosas no se aco­mo­den
y sigan allí, estan­do suel­tas
en mí. Cuan­do la tris­te­za
tro­pie­ce con­mi­go
y yo me cai­ga.
Cuan­do ya no recuer­de tu olor
y quie­ra recor­dar­lo
y te bus­que en el aire.
Cuan­do el aire sea
un pre­tex­to para ver­te
sal­tan­do hacia mí des­de ese
nin­gún lado al que hoy te vas.
Cuan­do sos­pe­che que ya todo pasó
pero un beso anti­guo en el lugar del ángel,
un dien­te en la pla­ya, el recuer­do
de una risa tuya, de un sue­ño en ple­na can­ción,
me lo des­mien­tan a las bofe­ta­das.
Cuan­do todo, y tam­bién nada
te hayan con­se­gui­do borrar de mi ser
vas a nacer de nue­vo en mí
como ese día, como este día,
en el que te escri­bo y te vas
a nin­gún lado
para espe­rar­me nun­ca.

5

En un rin­cón del alma
de cuyo nom­bre no quie­ro acor­dar­me
estás ins­ta­la­da.
En otros rin­co­nes
de cuyos nom­bres sí me acuer­do,
tam­bién estás.
En todos los rin­co­nes, en reali­dad,
-si es que en el alma hay reali­dad-
se fun­dó una ins­ta­la­ción de voses,
o sea vos mil veces
en mi alma,
en todos los rin­co­nes
hablán­do­me.
Mien­to: des­de que me entras­te
mi alma no tie­ne rin­co­nes:
se lle­na­ron todos de tus túes.
Mi alma se redon­deó por den­tro
y mi amor se des­li­za
por esa cur­va que es aho­ra,
per­di­da en la mul­ti­tud de tus muje­res,
el con­torno de mi alma, o ala, o cora­zón.
Y mi alma rue­da tam­bién aho­ra, rue­da
redon­di­ta, sin rin­co­nes, con vos y hacia vos,
rue­da por den­tro, redon­di­ta, con vos,
y por fue­ra, redon­di­ta rue­da, hacia vos.
Y eso pare­ce algo superiorr,
como decir aparrte, con acen­to en la erre,
por­que las pala­bras nun­ca alcan­zan:
Rue­da como vue­la, alma o ala,
es algo dis­tin­to, que es rodar hacia vos,
volar o des­li­zar­me o arras­trar­me
o cami­nar o correr o rep­tar,
por den­tro o por fue­ra
las pala­bras nun­ca alcan­zan:
mora­mo­ra­mo­ra­mor.
Pero rue­do o vue­lo,
qué impor­ta,
en silen­cio o mur­mu­llo,
qué impor­ta,
por den­tro o por fue­ra,
qué impor­ta,
cada vez más rápi­do
o qui­zá más len­to
para que esto no se ter­mi­ne nun­ca.
Como cuan­do me can­tás esa can­ción
y todo lo que no somos los dos
deja de ser.