Este vaso me hace acordar al fino crepitar de tu piel al recibir las visitas de ciempiés de mis dedos.
Al rodear su borde con mi índice derecho en sentido contrario a las agujas del reloj...(¿será que porque aún quiero quedarme en enero?) ‚es como si también recorriese las comisuras de tus labios cuando duermes y que a mi contacto se abren prometiéndome el néctar contenido en su interior.
Pero este vaso es un paraguas sobre la mesa de disección, una nevada en Noviembre, una lluvia en el desierto.
Y ahí está, firme, enhiesto, rodeado de libros abiertos sobre la mesa de lecturas de esta biblioteca; parece que sólo estamos él y yo, a pesar de la pléyade de amigos, los de carne y hueso y los de hojas amarillas con tapas de encuadernación, mientras Nora Jones desgrana con una voz impecable una canción que remite al jazz, eso creo, al menos.
Este hombre está loco o es astigmático. No soy un vaso, , soy una copa, no de vino sino con vino, un poco, claro; pero me gusta, tiene esa mirada que cuando se posó en mí por primera vez pensé que dejaría de latir el corazón de los relojes.
Se me erizaron los átomos cuando con su dedo acarició mi borde.
Por este hombre de manos como nidos yo recorrería todos los caminos aunque estoy condenada para siempre a posarme y no moverme por mí misma, acorazada eternamente en este cuerpo de cristal.
Por este hombre de frecuente sonrisa esta noche conocí las luciérnagas encendidas dentro de mí produciendo una hoguera en todo mi territorio.
Ahora que me he puesto mis anteojos veo que no es un vaso sino una copa; con razón la comparé con su boca de sal y arenal ensombrecido, pero debo sacarme al poeta ahora mismo, ponerme mi traje de calle y volver a ese mundo finito existente fuera de la biblioteca.
Quiero hablarte y un silencio aborta mis palabras, hombre de ningún lugar, ahora serás el hombre de siempre y no le contarás a nadie que acariciaste unos labios en el borde de una copa.
Pero no te vayas...decíme cuándo volvés...a qué hora...dentro de cuánto...pero no me escuchás y te vas a morder los nombres de quienes no pudieron quererte porque no se los permitiste, hombre sin lugar, yo conozco tu historia.
Y no sé si estaré aquí cuando vuelvas, quizá el azar me colocó en esta mesa hoy para enamorarme de ese aleteo de mariposas que vi un instante en tu mirada.
Y no sé de donde saco fuerzas para, con todo mi ser, deslizarme lentamente hasta el borde la mesa.
Y antes de hacerme añicos contra el piso pienso que si vos pudiste acariciar en mi borde una boca, el amor puede hacer que una copa se mueva a sí misma y se suicide en su nombre.