Ahora bien, la historia me llegó como sigue: el Maestro Sabato se acercó al taller de Tito, ubicado en la esquina
frente a la nuestra, para una revisión de motor en su auto, cuando Luis — recién salido de su merecida siesta — le
observó desde la ventana de la sala “¡el viejo no se me escapa!”. dijo y entusiasmadísimo sacó de la biblioteca
“Sobre Héroes y Tumbas”, bajando las escaleras a la carrera. Nadie entendía nada, le vieron cruzar la calle,
acercarse a don Ernesto y saludarle mientras le alcanzaba el libro más una pluma. Quedaron los tres
conversando animadamente. Por los gestos de Luis, pudieron adivinar que le mostraba al Maestro no sólo
nuestra casa, sino también la ubicación de su consultorio, sobre la avenida Rodríguez Peña de Santos Lugares,
como supondrán. Me perdí, de ese día, lo mejor, por encontrarme aquí, en Posadas.
Estoy sabiendo el pensamiento de ustedes: “...De haber estado allí presente, hubiera corrido tras su sobrino
Luis, con mate y todo para compartir con ellos, llevándole alguno de sus libros, para que el Maestro deje en
él, también, el recuerdo imborrable de su firma autógrafa.”
Cuentan que volvió Luis con el libro dedicado como quien pudo alcanzar el más preciado trofeo.
Y esa fue la historia...
Mi hermana, la mamá de Luis, fue amiga de Matilde Kusminsky Richter, esposa del escritor. Hay también
una proximidad a su familia por mi amigo y “librero de cabecera” Guillermo Prada, quien alguna vez fue su
copista. Es así como conocí a la esposa de Mario Sabato y a sus hijos Luciana y Guido.
A mi admiración por la genialidad de sus letras, me anima, además, sentirme cercano en un respetuoso
afecto hacia la familia del ilustre vecino.
Les cuento algo: un ejemplar de mi libro está en la biblioteca de la Casa Museo Ernesto Sabato.