Comandante Andrés Guacurari – La leyenda del arroyo Cuña Manó (mujer muerta)

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La llu­via había ama­rra­do al pai­sa­je con su húme­do lazo –El Coman­dan­te Andrés Gua­cu­ra­rì, esta­ba des­pier­to des­de tem­prano, prác­ti­ca­men­te no había dor­mi­do-
Tal vez la abue­la Cai­cha diría en su len­gua “es un día ordi­na­rio”. El indio, con su ros­tro estam­pa­do de mane­ra tor­pe, qui­zás por la esca­sez de cari­cias en la vida, que lo hacían sin­gu­lar­men­te reser­va­do y tos­co, en medio de un suges­ti­vo silen­cio, mira­ba sin mirar la llu­via.
–“Que feo día para morir­se”-, se dijo Por­fi­rio San­do­val, cuan­do salían en pleno medio día des­de San José bajo una torren­cial llu­via. Sus pala­bras fue­ron sepul­ta­das por rui­do de los galo­pes de los caba­llos y los gri­tos de gue­rra de los demás inte­gran­tes de la legión del Gene­ral Indio- Un relám­pa­go zig­za­guean­te dibu­jò su camino en el cie­lo plo­mi­zo y ente­rró su esta­lli­do en la cam­pi­ña. Toda la tro­pa había esta­do bebien­do des­de muy tem­prano, era una cos­tum­bre que habían adqui­ri­do des­de que prin­ci­pia­ron las luchas, reme­dia­ba, para que el mie­do le roza­ra ape­nas, como una sua­ve bri­za de vien­to. San­do­val sabía que su valor amen­gua­ba con­ti­nua­men­te por el temor a la muer­te, y se hacía cada vez más laten­te des­de que la abue­la Cai­cha le pre­di­jo con ros­tro adus­to una cosa mala en su vida. La abue­la Cai­cha, cha­man reco­no­ci­da y esti­ma­da por todos, en su mutis­mo car­ga­do de sobre natu­ra­li­dad movía el ban­qui­to de made­ra de solo tres patas y pre­de­cía de ante­mano lo que iba acon­te­cer. Acu­rru­ca­da, en cucli­llas jun­to al fue­gui­to pare­cía aun más peque­ña. La vie­ja saca­ba unas hier­bas secas de una espe­cie de bol­sa de cue­ro y las espar­cía entre las bra­zas. Las lla­mas comen­za­ban a cre­pi­tar y se ele­va­ban hacia el techo de la cho­za, for­man­do extra­ñas figuras.Descalza, aga­za­pa­da, sus movi­mien­tos eran ele­men­ta­les, lue­go deja­ba quie­to el rudi­men­ta­rio asien­to, éste extra­ña­men­te comen­za­ba a mover­se solo, ahí ella hacia sus pre­dic­cio­nes de acuer­do a esos enig­má­ti­cos movi­mien­tos. La tro­pa se detu­vo casi jun­to al arro­yo Pin­da­poy, allí bus­ca­ron el ata­jo o el paso de las pie­dras por todos cono­ci­dos .Cuan­do Andrés Gua­cu­ra­rì lan­zó el gri­to de gue­rra, empren­die­ron el rau­do galo­pe, siguie­ron así más de una hora.
La orden era dete­ner­se a tres kiló­me­tros del pue­blo de Após­to­les en el chir­cal gran­de, para reco­brar alien­to, en esa últi­ma esta­ción les darían las nue­vas ins­truc­cio­nes. Una llu­via de oro, pare­cían las flo­res del Pin­dó que se aba­ni­ca­ban por la tenue bri­za.

(LA LEYENDA DEL ARROYO CUÑA MANÓ-)

2-
Por­fi­rio recor­dó la feli­ci­dad dibu­ja­da en los ros­tros de sus hijos, cuan­do les hizo unos jugue­tes talla­dos en made­ra, bichi­tos de la sel­va y un muñe­co.
El caba­llo de la Mel­cho­ra Cabu­rú , la mujer de Andre­si­to, pare­cía oscu­re­cer el pai­sa­je con su pela­je negro, siem­pre ade­lan­tán­do­se cuan­do el sapu­cay arre­me­tía jun­to a los galo­pes y bra­mi­dos-Toma­rían un ata­jo, para evi­tar ser sor­pren­di­dos en algu­na cela­da, no que­rían entrar por el camino que lle­ga­ba has­ta la Pla­za de la reduc­ción, bor­dea­do de naran­jos y de “yba­ró” o árbo­les del jabón . Des­pués Por­fi­rio empe­zó a sepa­rar­se de la tro­pa, él sabía bien cuál era la misión enco­men­da­da por su jefe: herir de muer­te a Cha­gas, el per­ver­so jefe agre­sor. Le habían asig­na­do esa fae­na cono­cien­do su pun­te­ría y su frial­dad para enca­rar estos menes­te­res.
Cono­cía la reduc­ción como pocos, cada reco­ve­co era par­te de su vida des­de niño, cono­cía a la per­fec­ción los posos, los árbo­les, las pie­dras y los arbus­tos espi­no­sos des­de don­de debía seguir el desa­rro­llo de las esca­ra­mu­zas y actuar en el momen­to indi­ca­do. Casi no pudo obser­var el desa­rro­llo de la bata­lla, escu­cha­ba las voces de la gue­rra de mane­ra paté­ti­ca, el olor a pól­vo­ra tenía siem­pre para los gue­rre­ros un extra­ño hechi­zo, la repre­sen­ta­ción trá­gi­ca de ese del­ga­do hilo que pen­día entre las refrie­gas de la vida y la muer­te-Cono­cía a Cha­gas, lo odia­ba con todo su ser, por­que lo hacía res­pon­sa­ble de la muer­te de su her­mano menor en la bata­lla de San Bor­ja un año antes, allí lo chu­za­ron y que­dó para siem­pre del otro lado del río. Cuan­do lo indi­vi­dua­li­zó des­car­gó toda su bron­ca sobre él, el dis­pa­ro fue cer­te­ro, notó como el lusi­tano, caía de su caba­llo tor­di­llo aga­rrán­do­se el hom­bro, cubier­to de san­gre.
Al ins­tan­te los inva­so­res cubrie­ron en círcu­lo a su jefe, lo alza­ron e ini­cia­ron el replie­gue hacia el sur. Por­fi­rio enca­mi­nó su potri­llo hacia el arro­yo, que­ría ver a su mujer y sus hijos, no sabía por­que ocu­rren­cia extra­ña que­ría hacer­lo ya, un pre­sen­ti­mien­to tene­bro­so y frío se apo­de­ra­ba de sus pen­sa­mien­tos. Con un galo­pe ten­di­do lle­gó al sitio don­de había escon­di­do a su fami­lia por cues­tio­nes de segu­ri­dad unos días antes.

(LA LEYENDA DEL ARROYO CUÑA MANÓ-)
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Encon­tró el cuer­po de su mujer, total­men­te muti­la­do y nin­gún ras­tro de sus peque­ños, tan sólo pudo obser­var en medio del barro los jugue­tes talla­dos en made­ra que les había rega­la­do.
Cuan­do pegó el gri­to des­ga­rra­dor sin­tió tam­bién el ardor en el pecho, inmó­vil y absor­to por la esce­na que se desa­rro­lla­ba ante sus ojos, no notó la pre­sen­cia de los inva­so­res que reían y fes­te­ja­ban con sus armas en mano, mien­tras se acer­ca­ban para dar­le el tiro final.
Des­de enton­ces, en el sitio sufre un extra­ño sor­ti­le­gio, los luga­re­ños lo bau­ti­za­ron arro­yo Cuña Manó (mujer muer­ta) y dicen que está embru­ja­do. Escu­chán­do­se en noches de luna, las­ti­me­ros llan­tos de una mujer que vaga cami­nan­do por sobre la aguas del arro­yo en bus­ca de sus cria­tu­ras secues­tra­das y lle­va­das para ser ven­di­das como escla­vos. Tam­bién ase­gu­ran oír en días de vien­to nor­te, en la épo­ca de los fes­te­jos de San Juan, ante­ce­so­res a los de llu­vias pro­lon­ga­das, gri­tos y sones de com­ba­te, sono­ras car­ca­ja­das y extra­ñas voces en idio­mas gua­ra­níes y en por­tu­gués. Exis­ten en las inme­dia­cio­nes infi­ni­dad de plan­tas de Pin­dó, y al lado de cada una de ellas per­fo­ra­cio­nes y posos, rea­li­za­dos por bus­ca­do­res de teso­ros de los jesui­tas.

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Nació en APOSTOLES MISIONES el 01 de enero de 1948 Está casado con María de Dios Nery, padre de dos hijas Ángela María y Tatiana María y abuelo de cuatro nietos: Ladislao, Santiago, Ignacio y Guadalupe. Integra y es presidente del Grupo de Escritores de Apóstoles (GEA) Docente, trabajó como maestro de grado en muchas escuelas del interior de la provincia de Misiones, jubilándose como director de la Esc N° 71 del Barrio Estación Apóstoles y como jefe de preceptores en la Escuela de Comercio N° 3- Durante 15 años fue Director de Cultura (ad-honorem) de la Municipalidad de Apóstoles Como escritor lleva publicado dos libros RETAZOS (poemas ) e HISTORIAS Y LEYENDAS URBANAS DE APOSTOLES MISIONES (tres ediciones) un libro que representó a nuestra provincia en la 40 ° FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO de BUENOS AIRES, en la FERIA PROVINCIAL DEL LIBRO de OBERA 2014, FERIA DEL LIBRO de MONTECARLO,2014, FERIA DEL LIBRO DE APOSTOLES, FERIA DEL LIBRO DE PUERTO RICO 2014, FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO de FOZ DE IGUAZÚ-y en los ENCUENTROS DE ESCRITORES DE ELDORADO ,OBERA Y APOSTOLES respectivamente. Fue invitado y participò como “palestrante” en la Feria del Libro Ediciòn 2015 de Santa Marìa Rio Grande Do Sul-Brasil y en el Encuentro de Escritores del Mercosul en dicha importante ciudad brasileña- MIRAR A CRISTO CON MARIA es un libro testimonial , resume vivencias de peregrinos que viajaron a Salta y San Nicolás, experiencias tratadas con mucho respeto y narradas con simplicidad como para que los lectores vivan con emoción cada uno de los testimonios marianos .Su cuarto libro en elaboración versarà sobre leyendas, leyendas urbanas y algunos mitos de la región-Obtuvo premios y menciones en importantes certámenes literarios