Él siempre fue un poco raro, especial- dijo la mamá- nació sietemesino, parecía una larva, no tenía cabello y respiraba haciendo ruido. De todos modos, eso es aceptable. Un día comenzamos a sospechar que comía papel. Prefería los más económicos, ya sea papel higiénico, servilletas y tenía debilidad por los pañuelos mentolados. Cuando empezó con las cajas de cartón creímos que era acertado buscar ayuda. Las sesiones le sirvieron para bajar el consumo y con el paso de los meses creímos que el hábito había desaparecido, que se había curado.
Se acercaba el día de su cumpleaños y decidimos solicitar que los regalos fueran entregados en bolsas de plástico. Surgieron preguntas, pero no dimos explicaciones. No nos entenderían. El pedido se cumplió y el festejo transcurrió en paz entre servilletas de tela. Cerca de las 20 horas, él desapareció. Lo buscamos en el baño, conociendo sus preferencias por aquel papel que no podíamos sustituir. No estaba. Recorrimos la casa y no aparecía. Desde la vereda se escuchó un grito aterrador. Su cuerpo descansaba al lado del buzón. Dos sobres abiertos se veían sobre su vientre. Nos acercamos y un fragmento de papel traslucido salía de su boca. Se trataba de una hoja de la Biblia. En ella se leía: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”