(Poema Épico Septentrional ‑De la trilogía “Poemas para leer en voz alta, sí o sí”)
El aroma suave de las zarzengas,
el colorido armónico de las marepias
y el azul tranquilo de los calófuros.
Los clichones galopan
chapoteando en la estera.
Cruzan la cerda, del otro lado de la bata
y apechuchan los zampones
contra tráguidos mamporros.
La céjida clávida perfuma los solientes
que no entregan la rosqueta, sino por el ocijo.
Láminas lanas lumen a lamen;
pero el viento repotea las cálidas palmas,
sin dejar que se paspeen las gandas.
¡Merte te jota,
parte que parte!
¡¡Si tú lo vieras de aquí hasta Marte!!
Un aptéreto revolotea cual zúnica frente a un espejo.
Un algúcide refunfuñante
juega entretenido con las lulis
que se esconden tras un ceño
vestido de almalán.
¡¡Oh!!...
¡Qué apolandría zarúcida la del viento!
¡Qué mándigo sufil la garabota!
Angópera serúpida… del ganabal.