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Carla Curti
Carla Curti

Visión del acompañante

El piano brota en la pradera
la pradera asciende y
donde desciende
se hace valle
en la tela leve
que apenas se apoya en
mi cuerpo
penetra el aire
encendiendo los poros
para que baile.
…
La Danza. Visión del acompañante.
Dónde es tu Amor?
Donde la luna plena.

 

 

:::::::::::::::::

(Autora: Carla Curti)

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Carla Curti
Carla Curti

Registro esta sensación

No estoy midiendo el paso,
las mariposas negras
quisieran augurar
el paseo hacia un sitio
que ya transité entera.

No estoy perdiendo el peso
de las ausencias todas,
ni mengua el alimento
de horas perecederas.

No estoy cediendo a esto:
madrugaré tardía
renutriré mis ojos.

No estoy cerrando el juego
descanso apenas duermo.

No estoy muriendo ahora.

_________

(Autora: Carla Curti)

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Guido Encina
Guido Encina

El sombrero de Ivo

Encerrado en su habitación, un fiel hábito que lo mantenía el cien por ciento del día, creyó que ese lunes iba a ser un día distinto, único. En su mundo había todo: televisor, libros, computadoras, baño, una pequeña cocina y un placar que desparramaba ropa blanca. Se miraba al espejo al despertarse, llevaba los índices de sus manos y simulaba una sonrisa. Así arrancaba el día, desde ese momento, sus acciones se repetían una y otra vez. (más…)

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Hilarión Benitez
Hilarión Benitez

Jojó

Cipriano Aldana, conocido como “Jojó”, personaje entrañable de Montecarlo, parte del paisaje o folklore humano que se sumó a otros que dejaron su huella en la primera zona urbana del pueblo, como el Negro Mestraña, Mario Meza, Pocholo, Matungo y el Negro Bandera, entre otros.
Rescaté y reanimé los recuerdos con cariñoso respeto y afecto.

Quiero agradecer a su hermana Francisca, quien me permitió algunas entrevistas para contar la historia de su hermano convertida en leyenda y mito.
Su madre fue “Doña Ana” (de apellido Lutgen), nacida en 1917 en Luxemburgo, conocida por su noble oficio de lavandera en los tiempos en que la incipiente zona urbana se poblaba de empleados públicos y obreros en las décadas del 50, 60 y 70, cuando comenzaban a llegar trabajadores que vivían en hospedajes o conventillos y necesitaban de su servicio. Lavaba con la ayuda de sus hijas en los planchones de piedra del Arroyo Bonito y entregaba cada prenda prolijamente doblada, luego de ser planchadas con el antiguo dispositivo a carbón.

Jojó nació el 26 de septiembre de 1937 en Caraguatay.
Es sordomudo de nacimiento. Su mundo de silencio no le impidió ser comunicativo y lograr hacerse entender por quienes con él se relacionaban con mayor frecuencia.
Parte de lo que podía emitir al intentar hablar sonaba parecido a “jo-jó”, tal vez de allí el sobrenombre dado por la gente, pero en la familia, cariñosamente, le dicen “Papito”.

De tez blanca, físico de buena contextura, estatura mediana y firme musculatura, siempre afeitado y cabellos cortos cuidados por su hermano peluquero, De Jesús Aldana, se ganó la vida desde muy joven haciendo changas como carpidor y produciendo leña con hacha que luego vendía haciendo el reparto en su carretilla, siendo ésta la estampa o imagen que más lo identificó, trajinando en la larga avenida de Montecarlo.

Luego del fallecimiento de su madre, en 1985, quedó desamparado y por muchos años se afincó por la zona de los Barrios Sandrín y Retiro.
Al comienzo de esta etapa de su vida, la familia Sandrín permitió que se alojara en una vivienda de su propiedad y junto al siempre solidario Cotí Morel y su esposa Alcidia, le asistían con alimentos. De a poco la casa fue siendo usurpada por otros hombres marginales, quienes con maltratos expulsaron a Jojó. Fue a raiz de ello que cargó su mudanza en la noble carretilla y se refugió por varios años en la parada de colectivo urbano, en la vereda casi lindante con el cementerio, frente al asilo de ancianos. Allí soportó muchos inviernos a la interperie, para luego ir a “vivir” debajo de un árbol en una choza con techo de hojas de palmera hecha por él, en cercanías del mismo lugar, hasta que un incendio lo devoró.
Fue entonces cuando Chacurrú Gonzalez y Cachilo Helin, choferes del transporte urbano, que lo veían varias veces al día, pusieron de manifiesto su actitud solidaria, ayudándole a construir sobre las cenizas una casita de madera y siempre le acercaban un plato de reviro y tabaco para mascar.
Desde el año 2008, luego de sufrir un accidente de tránsito, vive en el Barrio Sarmiento, al cuidado de su hermana Francisca y su sobrina Lidia López. En ese tiempo, en el marco de políticas de estado de inclusión, pudo obtener el beneficio de una pensión otorgada por el ANSES, lo cual le ayudó a tener una vida mas digna.
De sonrisa permanente de hombre bueno y mirada tierna parecía cargar en su carretilla sus sueños, su sufrida infancia, su dolor y su cansancio, ante mucha indiferencia y el escaso pago por sus trabajos.
Nunca fue agresivo ni protagonizó ningún hecho que le valiera inconvenientes con vecinos o con la policía.

Por muchos años, aun hoy, es el centro de algunas conversaciones en reuniones de amigos, las que con el correr del tiempo incrementaron un mito. En su mundo de inocencia no habrá sabido interpretar las curiosidades de los jóvenes que se le acercaban, ni el motivo de sus rostros sorprendidos. Sólo Francisca parece entender su mundo de niño grande, sus gustos, sus tiempos, sus señas, su mirada limpia y la medida exacta de caña y tabaco negro que calme su ansiedad.

El 26 de septiembre, cumplirá 82 años.

El cuerpo ya no es el mismo. Tanta asada, machete, hacha y carretilla lo encorvaron e instalaron dolores y dificultades que se acrecientan día a día.

El dolor y la pena también llevan en él 82 años de silencio. No obstante, aún fluye natural su sonrisa pícara, su mirada atenta y conmovedora.

EN EL DIA DE TU CUMPLEAÑOS, DIOS BENDIGA TU ALMA BUENA QUERIDO JOJÓ !!!!

______
Hilarión Benitez
Septiembre 2019

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Evelin Inés Rucker
Evelin Inés Rucker

Tiempo de brujas

Las nietas de las brujas fueron desterradas; llegaron desde sinuosos caminos asfaltados y carreteras perfectas. No eran esclavas del diablo, pero sí señoras y dueñas del amor.
No era tarea fácil. Nunca fue fácil vivir en el amor.
Solo la mente compartida por una sociedad miedosa tenía al tiempo en un ayer de hogueras, brebajes y lechuzas. Ellas, las mujeres fuertes que no temían emigrar una y mil veces, se sabían intactas en el presente.
_ Cuando estás en el ahora, salís del tiempo –dijo Inés en un susurro a gritos- Ves que el tiempo no es lineal, sino esférico y que todo ocurre en un mismo instante.

Las hogueras brillaron y las celdas de piedra húmeda volvieron a asfixiarlas mientras sus almas eternas abrazaban al dolor y a la angustia con toda la ternura que sabían estaría siempre impresa en sus ADN.
Josefina caribeña vuelve a llorar su vientre estéril junto a Napoleón. Juana rescata el cuerpo de Manuel Ascencio escoltada por los cholos en las sierras bolivianas. Marielle, socióloga feminista militante, festeja sambando negrura su concejalía fluminense. Simone escribe pasiones y decisiones en cartas existenciales. Norita sigue circulando erguida los jueves con un lienzo blanco en la cabeza. Yocasta…
Cada una caminó aquella tarde de junio abriéndose paso por las calles porteñas rumbo a la plaza del congreso que las recibía y las juzgaba.

A pesar del amor, no pudieron despertar a todas ya que algunas marchaban desde el dolor y la bronca, otras desde la necesidad de justicia y venganza. Pero las incluyeron tratando de contenerlas, sabiendo que caminar agrupadas alivia.
Cuando las hechiceras ancestrales tomaron las manos de sus nietas y cantaron lágrimas de paz, descubrieron que el propósito de la vida es recordar la eternidad.
Inés decidió entonces hacer que el grito de las brujas desterradas fuera visible y transformó a cada corazón en un pañuelo verde.

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Florencia Colombo (Búho)
Florencia Colombo (Búho)

Gata de tejado

Asciende la luna en mi ventana,
y una sombra asoma.
Curiosa indaga, ahora adiestrada,
diosa de una civilización olvidada.

En noches de tierra llena,
la realidad escapa de las manos,
en serena ausencia
salgo a jugar en la oscuridad.

* * *

Envuelto en arena de rio,
guardé mi corazón en los bolsillos,
y recordé en un sueño aquel beso.
Un simple gesto tuyo bastó para ocultar mis lágrimas.
Estremeció mi alma,
Dejando profundas grietas que aún me atormentan.

Estrellas artificiales se encienden
al otro lado del puente.

* * *

Cuando quiebra la noche frígida,
la motricidad colapsa
y las fallas se esparcen a los demás sistemas.

* * *

Cuando el río inunda mis venas
y la oscuridad eclipsa toda razón,
las luces naturales, deshacen la noche,
bañándola de rocío.

* * *

Fue esa misma noche,
donde la vi por última vez,
alejándose de mí.

_________________________________________
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Rubén Darío Motta
Rubén Darío Motta

La aldea

En una hermosa y pacífica aldea, muy cerca de una gran ciudad, el lugar era de ensueños, donde el cielo celeste se confundía con el río y el verde de la vegetación le daba frescura al paisaje, sólo se escuchaba el trinar de las aves, vivía un hombre solitario que tenía un gran don… El de dibujar hermosos paisajes, retratos humanos que el imaginaba, retrato de animales que paseaban por el monte, en realidad era una gran maestro en obras de arte pintadas, era una persona multifacética, nunca estudió con grandes maestros. Nunca tuvo la oportunidad de conocer a personajes como Rembrandt o Quinquela Martín, y tampoco nunca se preguntó cómo fue que le surgió este don. Un día nada más comenzó a dibujar y pintar. Tenía algo particular, casi místico, pintaba sus cuadros de gris y negro, los trazos eran perfectos, su lápiz lo manejaba con mucha precisión.

Un día llegó un caminante a su casa, y pidió un poco de agua, mientras fue a buscar el agua que le pidió el caminante, éste ve los maravillosos dibujos del hombre, pero le llamó la atención el uso de solo dos colores en ellos: el gris y el negro, sabiendo que había infinidad de colores para aplicar a tan bello paisaje que tenía a su alrededor, era una gama extensa de colores entre la vegetación, el agua, los animales, etc…
Asombrado el caminante, le pregunta a este extraordinario artista el porqué del uso de estos dos colores nada más, y el pintor le contestó:
“nunca fui más allá de estos colores, porque tenía miedo que perdiera la belleza del dibujo”…
El caminante le contestó: “Al contrario, los colores les darían la belleza, resplandor y fuerza a sus paisajes”…
Salió de su casa un poco desilusionado. Mientras se perdía la figura de la casa, entre el verde de la vegetación y el azul del río, las aves le ponían música a aquel paraíso de ensueño y se resistía a alejarse de ese lugar. La realidad a veces cansa, se torna rutina y ese paisaje le mantenía dinámico, a tal punto que reflexionó y dijo asi es la vida de muchas personas tienen grande dones, un gran sueño dentro suyo y no se animan ir más lejos .Se quedan en la rutina en lo mismo de siempre en lo negro y gris sabiendo que hay otros colores vivos, impactante, alegre que da vida, calor interior y frescura a la mente .
Gente que no extiende su tienda, gente que no va unos kilómetros más, que no buscan más allá de su vista .Están enfrascados en sus problemas y dan vuelta alrededor de su problemas.
El negro y el gris representan la rutina el no mejorar, perfeccionar tus dones y habilidades.
El paisaje representa el sueño que Dios puso en vos, búscalo y llena de colores. Dale vida, Pasión, fuerza, no te quedes con lo que aprendiste andá por más.
Hay un cuento con una enseñanza.
Dos moscas cayeron en un vaso de leche, una de ella se dio por vencido inmediatamente diciendo voy a morir y así sucedió, mientras que la otra pensaba y decía habrá una salida , mientras buscaba la manera de salir tenía sus patas en movimiento velozmente y fue así que tanto fue el movimiento que la leche se transformó en manteca y pudo salir .
Buscá lo que te sirve en la vida, no te quedes en el fracaso de tu pasado, en lo que te equivocaste. Tu pasado caducó, no podés volver a ello.
Hay momento en la vida que tienes que ceder para ganar otras cosas más importantes. Hoy por hoy sucede en todos los ámbitos que no queremos ceder, muchas veces sin tener razón, todo esto sucede en nuestra vida cotidiana y ocurre muy a menudo en la vida conyugal.
Grande situaciones suceden el matrimonio, por no dar a veces un paso atrás para que el otro pueda pasar.
No imites moda actual. Hoy vivimos un tiempo excesivamente rápido, vemos pasar los días a gran velocidad, anda despacio toma las decisiones reflexivamente nunca tomes decisiones en caliente.
Detente a ver la naturaleza, el canto de los Pájaros, un atardecer usa todos tus sentidos a disfrutar de la creación.
Cuida el medio ambiente, que es una manera de vivir feliz y preservar la naturaleza para las generaciones futuras.

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  • El patio

    By: Alberto Szretter

    Es cierto que hay un declive en el patio por el que se derrama el cielo en mi casa. Ignoro si sucede en otros patios, pero en el mío ocurre ese fenómeno: aparecen estrellas en el pasto y oquedades, y agujeros negros, en ramas de árboles. Y bichos que vuelan el espesor entero de la atmósfera. Además, suele espesarse el aire en nebulosas finas. Resumiendo: hay una inundación de firmamento en ese espacio.

    Yo creo que es normal, pero las visitas me han dicho que es un milagro extraño en este pueblo. Que no pasa siempre ni en todos lados en esta parte verde de la zona. Y que bien podría usufructuar la incógnita del predio cobrando un pequeño estipendio por venir a verlo. Y aquí hay un inconveniente.

    El inconveniente sería que solamente algunos verían el portento. ¿Porqué? No sé porqué, pero la vida me ha enseñado que hay gente que no siente las alucinaciones de otra gente, no se pasma, ni llora, ni se ríe. Que el gusto por la maravilla se va haciendo de a poco cada noche, se va puliendo en décadas de catar sombras distintas. Que cada noche hay que salir a mirar si viajan los cometas y cómo gira en ese momento la Vía Láctea, y si está bien su rotación silenciosa y lejana. Se me crea una traba andar averiguando a cada candidato al éxtasis, si está preparado para la grandeza.

    Prefiero gozar mi patio en soledad. No por egoísmo, sino por mantener cierta área del mundo como un secreto mío. El mundo está demasiado abierto, obsceno casi. Lascivo y violento se exhibe rutilante de gestos que no comparto. Y quiero salvar un cacho de libertad y de dominio aunque sea en el ámbito reducido de mi casa. Yo sé que es un problema.

    Porque no ignoro que me observan. La trampa consiste en que los espías se esconden y registran. No solamente bajan meteoros del cielo, sino que desde el fondo celeste hay satélites que me fotografían. No por ser yo quien soy ¡faltaba más! lo hacen con los millones que tienen patio, y con los que no lo tienen. Yo imagino mi cuerpo desnudo o en paños menores, en el verano, en una pantalla de la agencia central de inteligencia norteamericana midiendo mi conducta según parámetros que han sintetizado especialistas, en programas informáticos. Ellos buscan terroristas, potenciales atacantes de sus intereses, y también consumidores. Por eso se interrogarán la causa de que no esté en un shopping o mirando tevé o comiendo chatarra. Qué hago yo en un patio.

    Ya les contesto: nada. Salgo a sopesar su declive, quizás, no con un nivel de ferretería y tampoco con un teodolito, que no tengo, lo hago a ojo nomás, agachándome para medir el desnivel del suelo. Salgo, puede ser también, a escuchar los sonidos de ejes inhallables donde el movimiento nocturno se articula. O salgo, simplemente. No voy al jardín con un plan determinado. Hay que salir sin objetivo. Uno sale y se estira, desperezándose las artimañas, y con uno van, por arrastre, la historia de ese día, más los anhelos, más las frustraciones, más el pretérito pluscuamperfecto que nos mantiene vivos. Esto de noche.

    Pero a la mañana, sin connotaciones de teogonías, uno va al patio a olfatear los aromas del limbo que despierta. Mira los indicios pronósticos del clima. Decide si se abriga, busca un paraguas o botas, elige el color de la camisa. En esa hora temprana se resume la actividad que uno debe cumplir para que la sociedad no chirrie. Es el instante en que se piensa que nadie es imprescindible y todos reemplazables, pero que si uno falta se dan inconvenientes menores que sumados pueden causar el caos. Yo he reflexionado que en mi labor voy a faltar un día que será para siempre, y pondrán un suplente, pero si antes de la despedida final dejo de ir, y dejan de asistir a su vez otros operarios, técnicos, profesionales o encargados, no uno, sino cientos, miles, por suspensión, por protesta, por enfermedades o por pereza, el descalabro sería mayúsculo. Es la fuerza de la huelga. El poder que pueden ejercer los trabajadores. Los que venden por un salario la capacidad de sus músculos o el entrenamiento de sus neuronas a las grandes compañías o al Estado. Pero aquí no termina el patio.

    El patio continúa a la tarde. Aun sin mi. Sé que está en su lugar aguardando que vuelva del trabajo a descubrirlo. Posiblemente los insectos duerman la siesta que yo no puedo, y las palomas busquen a los escondidos, y se hagan el amor sin que nadie las mire. Y crucen nubes sin permiso en todas direcciones, y muchas por cuestión de pendiente se enreden en las copas o se mezclen junto a las orquídeas. En una ocasión volví temprano y vi a una tribu de arañas que, apropiadas de un rincón, construían sus tejidos de fullería, bajando y subiendo la trama, como si fuera una novela con patas que crecía. Esto a la tarde.

    Pero todos los días, lo tengo comprobado, en mi patio es domingo. Por más que sea martes o jueves, cuando lo observo apenas corriendo las cortinas, lo diviso domingo. Es decir, vestido de feria, producido para la jarana, el juego ocioso de las horas, el brindis. Es como si, relajado, aguardara los sones de una orquesta. O maquillado de lluvias y vigilias, de murmullos, de crepitaciones verdes, se demorara en rondas, o en valses, o en sonidos. Aprovecho, entonces, y aparezco orondo con mate preparado, y voy a disfrutar y sufrir mis esperanzas y ahogos; cómo hay que aguantar postergaciones cotidianas que van más allá de medianeras. Pero allí mismo se me ocurre otra cosa.

    Y es que el patio, el mío por lo menos, es algo más que una parcela de terreno. Si fuera así, sería sencillo: un trecho donde estirar las piernas y respirar glicinas y algunas cosas más, que no pasan de diez. Ahora, en el presente, se exhibe como un lote, con cielo incluido, donde el césped empuja, y hay agua, canteros de arcoíris, hasta atisbos umbríos. Pero mirándolo bien es mucho más.

    En esta propiedad cuidada, antes hubo monte, enredaderas salvajes, humus. En su superficie de líquidos podridos y hojas y oxígeno y rayos estelares, nació posiblemente la vida. Porque la vida, me dí cuenta estudiando esta fracción del mundo, no nació en un laboratorio natural aséptico, impoluto y frío; o nació en el mar de los Sargazos (el Índico africano tal vez) o nació en un patio como el mío. Entre mate y mate yo imaginaba esta tierra bravía inundada de selva, llena de bacterias, de hongos, de líquenes y musgos, miles de años antes de que viniera la luz eléctrica, la motoguadaña, la tijera de podar, la prohibición de hacer fuego por decreto municipal. Pero era algo más que una zona imprescindible para la biología.

    Por aquí, en este predio, habrá pasado un aborigen hace dos o tres siglos. Y vaya a saber si no se recostó en los árboles que como un asesino forestal, talé para levantar mi casa. Yo me amparo en otra sombra, porque me cubre otra cultura. Es decir otros pretextos. Es decir otras metas y justificaciones. Pero en el patio, donde a veces hay vacío, o polvo de planetas o miedos míos, pienso si la civilización tal como se dio, era inevitable. Me pregunto si podría haber sido de otro modo, con menos muertes, pestes o invasiones. Y vislumbro un cacho de culpa, lo confieso. Es que nosotros, los blancos, progresamos a fuerza de despojo, y este patio que figura catastral en mis archivos y en el registro de propiedad de organismos de ley, no sé si, de verdad, me corresponde en todo.

    Yo salgo simplemente a ver el cielobajo que descendió por su rampa. Autoindulgente, aparto los abusos humanos de los cuales soy cómplice por titularidad de especie ciudadana. Y me perdono a mi mismo para seguir viviendo, conmutando las penas del saqueo por los pequeños castigos que me dan los días.

    Digo: pongamos que sea mi tenencia, aunque resulte de modo provisorio. Pido nada más, de ser así, gozar de sus derrames verticales mientras pueda, sentirme cómodo en su asilo, disfrutar la fortuna precaria de esa porción de dicha; hasta que venga otro propietario, y al ver su precipicio azul se erija como un transitorio dios gozoso, es decir: se crea el dueño absoluto y fugaz de todo el universo.

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