Todos me preguntan lo mismo, como si les importara: ¿por qué todos los días me anudo la corbata camino al trabajo?. Debo agregar que voy al trabajo caminando y que vivo a solo 6 cuadras de la oficina. No hay una razón en especial de por qué lo hago; al menos eso creo. Sé que me agrada hacerlo y me ayuda a aislarme del mundo y de esos pensamientos que a uno lo abordan cuando algo se vuelve rutinario. Ir a trabajar es una rutina que pocos disfrutan y prefiero no pensar en el trabajo mientras digiero las tostadas o las medialunas que suelo desayunar con una taza grande de café con leche. Un compañero mío dice que anudarme la corbata mientras camino también es una rutina, algo que no niego ni voy a discutir sin sentido. Pero no concuerdo para nada con otro de esos tantos buenos para nada con los que trabajo, que opina que mi costumbre significa que soy un suicida en potencia. Coincidirán conmigo en que eso es absurdo, al margen de que hay días en que a uno se le atraviesan pensamientos como esos; pero dudo que alguna vez lo hiciera o al menos dudo que lo haga con una corbata. Aclaro en este punto que no tengo una sola corbata; tengo tres, y una de color rojo y blanco es mi preferida. Siempre me gustaron las corbatas, y eso que no me gusta usar traje. También me gusta mi cuello y creo que hace a mi natural gracia y elegancia. Cualquier corbata parece linda cuando me la pongo. Se darán cuenta de que eso es lo que pienso cada vez que camino al trabajo me anudo la corbata, y entenderán que es más fácil encarar la jornada laboral cuando uno piensa que es especial por al menos una causa que cuando se siente uno más. Me gustaría tener más corbatas, a la vez que también quisiera tener un mejor trabajo. Como la gente es muy buena para opinar sobre la vida ajena, alguno que otro ya se atrevió a aventurar que si consigo otro trabajo quizá no pueda anudarme la corbata ni ir caminado. Francamente no sé cómo pueden opinar sobre lo que no pasó ni saben si pasará. No les voy a negar que algunas veces alimento esos rumores entre mis compañeros, porque noto que se alegran con solo contemplar la posibilidad de que ya no pueda anudarme la corbata; y bueno, ellos también logran sentirse algo mejor esos días en el trabajo. Resulta increíble que a alguien le interese tanto ese hábito que tengo; mi teoría es que sus vidas no son demasiado interesantes. La mía tampoco lo es. No voy a sostener que mi fijación por las corbatas me hace mejor persona, ni nada por el estilo. Pero al menos hay algo que me gusta hacer camino al trabajo y eso solo ya es algo. No tengo todas las corbatas que quisiera ni un trabajo acorde con mi capacidad; no se puede tener todo. Si tuviera esas cosas es muy probable que querría más o que querría otras cosas. Sea como sea, siempre tendré mi cuello y aunque nadie repare en su belleza por el asunto de la corbata, sé que gracias a él también puedo usar pañuelos o bufandas y que me van a quedar mejor que al resto. Así que si no puedo continuar anudándome la corbata camino al trabajo, puedo encontrar alguna alternativa. Además, he de jubilarme alguna vez y ya no tendré que ir a trabajar. No me ato a la corbata por el resto de mi vida; tan solo me la anudo.