Los tesoros robados

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-¡Piiiiii­cooooo­léeeeeee! Gri­ta un guri­si­to en la calle y rom­pe el silen­cio de la sies­ta vera­nie­ga. El asfal­to se ondu­la rít­mi­ca­men­te en el hori­zon­te e inten­ta en vano que­mar sus pies des­cal­zos y cur­ti­dos. De cuan­do en cuan­do, una bri­sa sacu­de las ramas del palo rosa que está cru­zan­do la calle, y jus­ti­fi­ca la exis­ten­cia del sudor.
¡Ay, Xime­na! Si estu­vie­ras acá. Me ima­gino tu res­pin­ga­da nariz frun­ci­da de indig­na­ción y tus pómu­los son­ro­sa­dos: “Dicen que pro­te­gen las espe­cies nati­vas pero lo úni­co que hacen es no talar­las. Mirá, deci­me si no. Qué va a estar pro­te­gi­do ese árbol enor­me, sólo ahí en la vere­da. ¿Y el res­to de los árbo­les, los que esta­ban a su alre­de­dor? ¿Te acor­dás, Víc­tor, cuan­do esto era todo mon­te y jugá­ba­mos a las escon­di­das ahí? ¿Te acor­dás que pisas­te un avis­pe­ro y tuvie­ron que poner­te como cin­co inyec­cio­nes? Mamá nos prohi­bió vol­ver a entrar al mon­te y a los tres días ya andá­ba­mos cazan­do chi­cha­rras sin que ella se ente­re. Y aho­ra, mirá. Puro cemen­to y ese árbol sólo ahí. Algún vien­to medio fuer­te lo tum­ba segu­ro. Y enci­ma des­pués se pre­gun­tan por qué son cada vez más fuer­tes las tor­men­tas. Estos polí­ti­cos incom­pe­ten­tes, para lo úni­co que sir­ven es para jun­tar pla­ta. ¡Y enci­ma no la com­par­ten!” Y me ima­gino tu risa, por­que tenías esa capa­ci­dad de poner­le humor a las cosas serias sin que per­die­ran su serie­dad.
-¡Piiiiii­cooooooo­léeeeeee! Gri­ta el gurí espe­ran­do que alguien le con­tes­te. Y el barrio sigue tan impa­si­ble como hace quin­ce años atrás. Debe estar como a dos cua­dras. El colec­ti­vo, esa mole estruen­do­sa que hace vibrar el barrio cada cua­ren­ta y cin­co minu­tos. Me acuer­do de esa tar­de que te fuis­te en el colec­ti­vo. Ya eras gran­de. Yo toda­vía no enten­día muchas cosas. No es que aho­ra entien­da todo, pero soy cons­cien­te de que mien­tras más entien­do, más ten­go por enten­der.
Esta­ba eno­ja­do esa tar­de por­que a vos te deja­ban ir al boli­che los sába­dos y a mí no me deja­ron ir a la fies­ta de cum­plea­ños de Gere­mías por­que me había saca­do un cin­co en el examen de mate­má­ti­cas. “-Vamos a salir a correr con Mari­na, coci­ná algo rico, no vuel­vo tar­de.” Le dijis­te a mamá y salis­te de casa con tus oja­zos marro­nes que bri­lla­ban, como el Para­ná a la sies­ta cuan­do son­reías. Me dis­te un beso y yo qui­se esqui­var­lo, pero me lo dis­te igual. Por suer­te.
-¡Piiiiiiii­cooooooo­léeeeeee! Gri­ta el gurí. Ya está en la esqui­na. A ver si ten­go algu­nos pesi­tos. – ¿De qué sabor tenés? –De fru­ti­lla, vai­ni­lla y cre­ma del cie­lo. ¡Ay, Xime­na! Si estu­vie­ras acá. A vos te gus­ta­ban los de cre­ma del cie­lo. No vol­vis­te tar­de ese día. No vol­vis­te. A Mari­na la encon­tra­ron a un cos­ta­do de la ruta. Pudo sal­tar de la camio­ne­ta pero no aguan­tó el gol­pe. El comi­sa­rio dijo que para esa hora ya habrían cru­za­do el Para­ná. El Para­ná que bri­lla­ba a la sies­ta, como tus oja­zos marro­nes cuan­do son­reías.
-¡Piiiiiiiii­cooooooo­léeeeeee! Sigue gri­tan­do el gurí. Y el barrio sigue tan impa­si­ble como quin­ce años atrás.

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Nacido el 18 de Septiembre de 1990 en la ciudad de Esquina, provincia de Corrientes, reside en la ciudad de Eldorado desde su temprana infancia. Estudiante del Profesorado en Lengua y Literatura en la extensión Eldorado del Instituto Superior "Antonio Ruiz de Montoya" y asiduo lector desde pequeño, se inició en el mundo de la escritura aproximadamente a los quince años. A partir del 2012 comenzó a publicar sus escritos en las redes sociales y en el año 2015 participó publicando tres cuentos en la antología "Voces literarias del Alto Paraná", impulsada por "Canal 9 Norte Misionero" y "TH Barrios Rocha Ediciones". Miembro fundador del colectivo de gestión y difusión cultural "Mboyere Cultural" y tallerista.